
Suele suceder con los tiempos fronterizos o de transición histórica, y con Serrat nos sucedió en los años 70: el cantautor hizo acto de entrada en la escena mundial cuando España salía de Franco y se lanzaba a una nueva etapa de su historia maravillosa. Etapa que también es una transición. España y sus hijos, que somos todos los que hablamos este idioma sabroso y potente, somos la comprobación de que la vida misma es una transición: todos estamos de tránsito. En permanente construcción. Haciendo humanidad.
Por eso la sensación que dejan sus canciones tiene más de esperanzador que de envejecido o concluyente. La nostalgia serratiana es un asunto que nos traslada a la niñez, como todas las nostalgias, pero al mismo tiempo anuncia que han sucedido cosas, que suceden todavía, que van a seguir sucediendo, y que en buena medida sólo dependen de nosotros como individuos y como pueblos: Se hace camino al andar. Al principio fue Machado; Serrat le puso amplificadores a esa voz y la puso a rodar por el mundo. Sin el cantante barcelonés, el poema grande no hubiera tenido caminos y no sería conocido por todo el universo de habla hispana.
Acá abajo les coloco precisamente una versión de Cantares (tú sabes, esa de Golpe a golpe, verso a verso...) y también Señora, una muy comercial que, por lo mismo, parece inofensiva, pero trae mucho del fuego interior del juglar. Me refiero a la canción, no a la señora.