30 noviembre 2005

Nancy Ramos - Ese mar es mío / Dime que sí

Nancy Ramos.
En 1972 se hizo mundialmente famosa una canción titulada Esse mar é meu; uno lee o escucha esa frase y ya se está imaginando una mulata inmensa y sudorosa bamboleándose en la playa. Su autor es un ícono de la samba, el brasileño Joao Nogueira, y quien la puso a sonar en las radios de todo el planeta fue una cantante que, al menos en el ámbito internacional, no pegó otros éxitos ­(ni falta que le hacía): Eliana Pittman. La pieza fue una celebración patriótica en Brasil, cuyo gobierno de entonces (la dictadura de Médici) consiguió ampliar el mar territorial de ese país de 12 a 200 millas. Buen negociador el muchacho, ¿ah?
En Venezuela, una mujercita parecida a una miniatura de Marilyn Monroe, y quien, debido a cuyos aspecto y candidez en escena se ganó el apodo de "La muñequita que canta", pegó también entre nosotros esta versión, Ese mar es mío. En los labios de Nancy Ramos, aquella pieza original de tonos nacionalistas quedó increíblemente trastocada en canción de cuna. Dirán ustedes que lo mismo le sucedió al Gloria al Bravo Pueblo, y tienen razón.
La que grabó Eliana Pittman en portugués es superior como objeto poético y también musicalmente, pero la gente de nuestro pueblo, y también en otros países de habla hispana, asimiló mejor la versión en castellano; primero, por el idioma, y segundo porque nuestra Nancy le proporcionó ese candor propio de las mujeres que se vuelven tan dulces como la pesadilla de un diabético, y ustedes saben que la cursilería puede llegar a ser un maravilloso condimento afectivo.
En esta casa se adora a Nancy Ramos casi con el mismo ardor con que se adora a Lila Morillo. Aquí abajo coloqué, además de la pieza mencionada, otra bomba para el sistema nervioso que cualquier venezolano nacido de los 70 para atrás ha escuchado, así no quiera reconocerlo. Se titula Dime que sí, y ya no tengo palabras para piropear la tibia delicadeza, la textura de esa voz...

Suena:



29 noviembre 2005

Demis Roussos - Forever and Ever

Demis Roussos.
Cuando posaba para la carátula de sus discos la cara de Demis Roussos destilaba un sufrimiento del carajo. Lo mismo pasaba con su voz, con las letras que lo ponían a cantar, con la atmósfera misma en que se convertía la calina de mi querido desierto natal cuando ese caballero, cuyo semblante era un asunto a medio camino entre Jesucristo, Roberto Mano'e Piedra Durán y los vaqueros de los western italianos, se soltaba a modular esos quejidos lastimeros. He visto fotos suyas en las que aparece sonriente. Pero no puede engañarme: la vocación de ese hombre consistió, al menos en aquellos 70, en sufrir y transmitir sufrimiento.
Jamás he sabido ni querido saber qué decían aquellas letras, qué depresiones del carajo podían ser capaces de fomentar semejantes flebilidades. Yo me conformaba con escuchar de vez en cuando las versiones que le arreglaban al venezolano Ruddy Márquez. En una de ellas, la de Forever and Ever, una estrofa terminaba así:
...quizá cuando regreses junto a mí...

Lo cual me hace concluir que esa letra en castellano no concuerda para nada con la que cantaba el Demis: las palabras de Ruddy revelan una vaga esperanza. Yo estoy convencido de que esa cosa que lacera, tritura y aplasta a Demis Roussos es enorme, espantosa, no tiene solución, es una maldita tragedia irreparable; no en balde nació griego el voluminoso cantante.
El pana Oscar Palacios asegura que si llega a escuchar esta pieza en un momento de estrés simple (digamos, durante una cola en la autopista) es capaz de pegarse un tiro. Yo no puedo invitarlo a usted a que haga eso, pero sí a que sufra un poco con ese placer malvado que guardan algunas memorias lejanas. Ponga atención, sobre todo, a partir de los 3 minutos 9 segundos, cuando, tras el último lamento del cantante, un coro de ángeles o mujeres fallecidas modulan un aria que prefigura candor, soledad, ternura, catacumba o adiós. Se trata de las mismas deidades que cantan al principio y en el medio de la canción, pero al final resultan demoledoras, no sé exactamente por qué; quizá porque las voces se van apagando hasta que desaparecen.
Guarde entonces las armas de fuego y las navajas, póngase lejos de la ventana, asegúrese de que el Metro está cerrado, recuerde que diciembre puede ser un mes hermoso y escuche al excelso Demis Roussos:


28 noviembre 2005

Los Ángeles Negros - A tu recuerdo

Los Ángeles Negros.
Parece que rocolear en chileno siempre fue grato, sobre todo desde que Lucho Gatica se convirtiera en referencia continental. Pero esta historia comienza más adelante.
A finales de los 60, cuando ya el bolero estaba languideciendo, apareció allá en ese sur en ebullición un extraño grupo romántico que no resucitó el bolero ni se acopló del todo al género balada, pero vaya que arrancó lágrimas y suspiros entre los latinoamericanos y en Europa. También arrancó algunas carcajadas: mi hermana no podía entender cómo era que un señor tan feo como el cantante, Germaín, les hacía temblar las piernas a tantas nenas, a quienes el clímax les llegaba de manera sincronizada con aquellos poderosos alaridos:

Mañáaa
nameiréee....


Aquí en Venezuela les salió un clon llamado Los Terrícolas, hacia 1972; a ellos les sale homenajito también en esta colección.
Pegaron varias más Los Ángeles; en un futuro incluiré otras aquí. Mientras tanto, vacílense esta joya:

27 noviembre 2005

Tania - Playas de mi Tierra

Tania.
Suficientemente conocido es que en el Caribe todo es posible; quien ha crecido en estos parajes sabe que aquí puede perpetrarse toda mezcla, todo encuentro, todo sincretismo. Con todo, hay fenómenos inexplicables, combinaciones asombrosas que nos descolocan incluso a nosotros, mestizos por definición. Por ejemplo, nadie ha probado nunca una lata de sardinas con leche condensada. Y nadie, hasta 1974, había saboreado este engendro musical: cumbia margariteña.
Es fama que los orientales no se tragan muy fácil lo que viene de otra parte. Al caraqueño más insigne se le rebelaron varias veces con una rotunda altivez durante la Guerra de Independencia. Imagínense entonces la lejanía afectiva con Colombia...
Pues bien, la hazaña de pegar una cumbia dedicada a Margarita la logró una caraqueña cuyo nombre artístico era Tania. Esta mujer se inció como bolerista con Los Diamantes, pero en los 70 encontró una veta recóndita en esto de conectar ritmo colombiano y pasión oriental venezolana.
Era bellísima esta tipa; mi papá suspiraba por ella abiertamente, y a mí se me quedó impregnada también en la piel desde que las ondas misteriosas de la radio y la TV me la lanzaban en blanco y negro hasta Carora. En esta canción suya, Playas de mi Tierra, hay un pasaje que siempre me crispó los nervios: promediando los 2 minutos 33 segundos suelta un par de gallos programados, un quiebre de voz insólito, que me hacía unas cosquillas inexplicables en la boca del estómago, cuando dice:
Todo un mundo de amor se puede hallar
al calor de su música sensual...
Ya de adulto, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de la nostalgia, fui a verla en persona en el Teatro Municipal de Caracas. Llegó el momento del quiebre de voz y, para mi sorpresa, sentí idéntico cosquilleo que 20 años atrás. Sólo que ahora sabía que eso no se llama cosquilleo sino excitación erótica.
Vaya, sientan los prodigios que puede operar la voz de una mujer emocionada:

25 noviembre 2005

Celia Cruz y Oscar D'León - El son de Celia y Oscar

Celia Cruz y Oscar de León
con la orquesta de Ralph Mercado.
A mediados de los 90 la salsa se había convertido en un asunto romántico y a veces erótico, y eso tenía muy molestos a los salseros ortodoxos, originarios. En vista de que poca gente pensaba que la generación de Ray Ruiz, Jerry Rivera y Mark Antony podía revivir las glorias de Feliciano, Lavoe y las grandes orquestas, Ralph Mercado ensayó el regreso de varios caballos y los puso a cantar en sucesivos duelos, algunos de los cuales fueron maravillosos, pero otros no hicieron sino acentuar la sensación de debacle de algunos ídolos. En castellano: nunca se escuchó peor Cheo Feliciano que cuando le tocó fajarse con José Alberto El Canario en un contrapunteo abominable llamado Soneros de Bailadores.
Pero aquí tengo otro duelo que sí la botó de jonrón. Es tan contagioso que hasta un sujeto como yo mismo, incapaz de bailar ni siquiera un vals de esos vieneses, no puedo evitar saltar del sillón cada vez que escucho esta piezota, de la mano de Oscar D'León y Celia Cruz.

Dice:

Sabú - Quizás sí, quizás no

Sabú.
Apenas ayer en la noche, cuando buscaba datos biográficos de este cantante argentino, me enteré de la noticia: el hombre murió en Ciudad de México el pasado 16 de octubre, a los 52 años de edad. Se llamaba Héctor Jorge Ruiz, y parece que pegó algunos éxitos en los años 70 en el sur de América. Pero no fue sino hasta el año 83 cuando los venezolanos le abrimos las puertas, vía TV: Radio Caracas transmitía una telenovela llamada Luisana Mía (con Jean Carlos Simancas y Mayra Alejandra), cuyo tema musical era un lamento desgarrador como sólo los herederos del tango son capaces de modular:
Miénteme:
no te he visto con él si lo juras tú...
En mi patria, acostumbrados como estábamos a que sólo José Luis Rodríguez, Julio Iglesias y dos o tres íconos más tenían derecho a pegar baladas, nos preguntamos largo rato de dónde había salido este nuevo fenómeno. Y todavía hoy pocos recuerdan de quién era aquella voz que nos hacía un nudo en la garganta todas las noches a las 9 en punto.
Sirva esto entonces como mi pequeño homenaje personal al recién fallecido Sabú, esa extraña y fugaz presencia de nuestros años 80.
Dígalo, caballero Héctor Jorge Ruiz, y descanse en paz:

24 noviembre 2005

Mocedades - Eres Tú

Mocedades
El grupo español Mocedades cuenta entre sus méritos el haberse echado a cantar, con tremendo éxito comercial y artístico, sin pretender parecerse a ningún grupo precedente. Se dice fácil, pero hay que tener en cuenta que la cosa ocurrió en una época en la cual todos los conjuntos y cantantes de habla hispana querían imitar a Los Beatles, a Elvis, a Janis Joplin o a los Rolling Stones.
Casi ninguno lo lograba en materia musical o de impacto publicitario. Pero casi todos conseguían igualarlos en el renglón alucinógeno: combo de músicos al que no se le notara a diez cuadras que estaba hasta las medias de marihuana u otros catalizadores, no estaba en nada. Y ese es otro mérito de las Mocedades: la cantante, Amaya (en la foto, la primera de la derecha), era una niña de voz, aspecto y ademanes tan puros y cándidos que nadie osaba sospechar que fuera capaz de meterse nada más fuerte que un korn flakes con doble cucharada de azúcar.
Como para reforzar esa percepción, pegaron del techo esta pieza, Eres Tú, una canción ecléctica, que ha sido utilizada por igual con fines evangelizadores y de seducción: la letra ha funcionado indistinta e históricamente para levantar faldas y para impeler a las chicas a llevarlas más largas; para controlarse a unas y para inspirar en otras el amor a Cristo. Vaya cancioncita esquizofrénica, hermanos. Como quiera que sea, es hermosa y nos embelesó la infancia.

Escúchenla y/o descárguenla a su computadora:

23 noviembre 2005

Nino Bravo - Un beso y una flor

Nino Bravo.
Era 1970, tal vez 1971. La figura de este tipo era un chorro de voz cuya potencia hacía estremecer las paredes del maldito rancho donde vivíamos, en San Cristóbal. Hasta que apareció por allí en la TV (creo que en De Fiesta con Venevisión u otro show por el estilo), y a mis viejos les iba a dar una vaina: no lo llamaron marico directamente porque ya ese insulto lo habían agotado en otro cantante español, nombrado Rafael. Pero era el caso que la imagen de este patiquín, pálido y de pelo largo, no se compadecía con la calidad viril de ese sonido animal que tronaba:

Forjarán mi destino
las piedras del camino
Lo que nos es querido
siempre queda atrás...

Esa especie de himno personal de alta envergadura poética que hacía llorar a las mujeres y les insuflaba a los hombres ímpetus aventureros. Y después la historia de su muerte, mi hermano...
Nino Bravo nos puebla la memoria y nos informa que a España le debemos buena parte de nuestra historia sentimental.

Recuerden, por favor, cómo cantaba ese sujeto:

21 noviembre 2005

Pete Rodríguez - Micaela

Pete Rodríguez.
A principios de los años 60, en medio de lo que viene a ser la prehistoria de la salsa, los gringos aprovecharon el boom de los ritmos que enloquecían a la juventud y nos zamparon una cosa llamada twist. Bueno, se lo zamparon a todo el mundo, a decir verdad; la dominación tiene vocación universal.
El caso es que varios músicos de origen latino ensayaron respuestas a ese producto. No todas esas respuestas fueron felices, básicamente porque en lugar de contragolpear con armas autóctonas lo que hicieron fue copiar los ritmos anglosajones. Sin embargo, algunas manifestaciones marca boogaloo y shingaling lograron poner de moda a músicos que habrían de escribir una historia más trascendental en el futuro cercano (Palmieri, Barretto, Fajardo, Pacheco).
Y bueno, hay que decirlo: hay por allí unos bugalús sabrosos que vale la pena recordar. Me vienen a la mente Cinturita, Palo de Mango, y esta del Pete Rodríguez (no El Conde sino el pianista y director de orquesta puertorriqueño), cuyos primeros acordes nos paran los pelos de punta a los venezolanos, por razones distintas según quien los escuche.
Vaya:

20 noviembre 2005

Claudia de Colombia - Tú me haces falta

Claudia de Colombia.
Ajá: ¿a que no se acordaban de ésta (ni de ella)? Claudia de Colombia nos dio en la madre a todos los latinoamericanos, allá por los 70. Usted, que pensaba que Shakira ha sido la primera cantante colombiana con etiqueta de exportación, aquí la tiene: es hora de hacerle honor a La Reina de las Cruces (como la bautizó su marido más atormentado, el también inolvidable Noel Petro).
Quienes disfrutamos y padecimos la radio de esos años tenemos a esta mujer galvanizada en las gavetas del recuerdo. Los venezolanos en particular sufrimos por su causa una convulsión machista y otra patriótica. La patriótica, porque una vez el presidente Carlos Andrés Pérez la homenajeó con una cena, y en pleno brindis la diva le soltó, sin anestesia: "Mire presidente, va siendo hora de que los venezolanos nos devuelvan el islote de Los Monjes...". La castigamos duro, o al menos eso creímos: aquí divulgamos un chisme según el cual había sido amante de CAP y de su chofer.
La conmoción de tipo machista sobrevino cuando Claudia buscó y encontró la forma de vengarse: la prensa colombiana quiso saber si aquella especie era cierta y ella no lo negó ni lo confirmó, pero dijo claro y raspao que los hombres venezolanos eran flojos en la cama.
En fin, ni siquiera por estos episodios puede uno odiar a quien nos llenó de fantasías la niñez con esos arrullos melodiosos.

Óiganla:

18 noviembre 2005

Eddie Palmieri - Vámonos pa'l monte

Palmieri & Quintana con la Fania All Stars.
Una versión en vivo de 1996, en la reaparición de los caballos de la Fania en Puerto Rico. Recuedo haber visto el video del concierto; justo antes de esta pieza se caen a mandarriazos melódicos en el piano Eddie Pamieri, Pappo Lucca y Larry Harlow; inolvidable. Luego, ya en pleno vuelo, Palmieri y Pappo sueltan de nuevo sendos solos. Los de trompeta al comienzo, en la estructura original de La Perfecta, son sustituidos aquí por Pacheo en la flauta. Ismael Quintana desafina bello, un poquito bastante, pero es Ismael Quintana y su presencia ante el micrófono ya es un hito histórico.
La metí incompleta porque es larga y me les quita espacio a otras. Perdónenme esa.
Plomo al hampa:


The Lebron Brothers - Salsa y Control

The Lebron Brothers.
Obviamente, la canción que le da nombre a mi extraño y querido libro de relatos (mi primogénito, para ser más precisos) es la de los Hermanos Lebrón. En realidad el título original del libro era Salsa, Cuento y Control, pero en la editorial (Monte Avila) alguien decidió que Salsa y Control estaba bien y así se quedó.
Ahora, ¿saben qué?, nunca me gustó esa pieza (de modo que tal vez está un poco fuera de lugar aquí). Dicho de otro modo: el libro no se le parece. Sin falsa humildad: el librito tiene espíritu, tono y ferocidad; tanta, que he renegado de ese estilo por barroco, estridente y rebuscado en el lenguaje. Pero es su carácter: al final aceptas a tu hermano drogadicto, alcohólico o delincuente. Es tu sangre; hay lazos profundos que nada puede romper. A su lado, la canción de los Lebrón parece una niña estúpida que ruega que la lleves a la discoteca. En serio, escuchen la cadencia: eso es una sifrina, una chica plástica. El libro es una mulata bravía y explosiva.
Les prometo (y me prometo) buscar y analizar bien en el cancionero de estas latitudes la pieza que mejor encaja, la que le da la talla al librito e interpreta mejor sus candelas interiores.
Mientras tanto, aquí va, a pesar de todo, el homenaje necesario a la canción de los Lebrón que le prestó su nombre a mi obra de muchacho inquieto.

Escuchen:

Celio González - Asombro

Celio González con La Sonora Matancera.
Es posiblemente la canción de despecho más sencilla jamás compuesta (sólo comparable, en mi humilde y aparatosa opinión, con Sin ti, versión de Los Panchos), y una de las más dolorosas en su ternura y en su elocuencia. En lo personal, de las que canta Celio González me retuerce más esa que mientan Total, pero a ésta la quiero homenajear por su cálida sencillez.
No recomendable para despechados actuales; es capaz de romperle algo por dentro a quien venga a escucharla afectado por un guayabo real.
¿No necesita esa clase de consejos? Bueno, entonces óigala y destrúyase:

Celia, Barretto y Adalberto - Nadie se salva de la rumba

Celia Cruz y Adalberto Santiago con la orquesta de Ray Barretto.
Un clásico "agazapado" del buen soneo: Celia y Adalberto, maduros y poderosos, se fajan en sabroso toma y dame para la posteridad. Y, tras ellos, un Barretto-director magistral que se luce a mitad de la pieza con un solo de tumbas. Los arreglos de metales son desconcertantes.
La pieza es para salseros iniciados; la radio comercial no la calcinó en su momento, y tal vez por eso goza de buena salud.
Zámpale:

Silvio Rodríguez - El Mayor

Silvio Rodríguez.
Como creación, cumple con los requisitos básicos de una buena tesis o trabajo de ascenso: va de lo muy general (el contexto: "El hombre se hizo siempre / de todo material...") a lo particular ("Mortales ingredientes / armaron al Mayor...") con una facilidad que ni Vizquel atrapando esas pelotas imposibles.
Pero como "apenas" se trata de un poema al que el Silvio además le puso hermosa melodía, pues no hay nada que hacer: es un tributo fabuloso, una celebración del ser humano que mezcla Historia y pasión: "Va cabalgando sobre una palma escrita...".
Lo demás lo dice en la carátula del álbum Días y Flores: está dedicado "A la memoria del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, en el centenario de su caída en combate en la sabana de Jimaguayú, el 12 de mayo de 1873".
Déle play:

Leo Marini - Caribe Soy

Leo Marini con La Sonora Matancera.
Es difícil decir esto, pero es justicia: un argentino vino y nos enseñó cómo se canta la canción emblemática del Caribe rocolero. Bueno, de allá salió también el Che a enseñarnos a hacer una Revolución a la cubana, así que...
Es, además, la primera canción (y posiblemente el primer documento) en que se utiliza la palabra "caribe" como gentilicio y como nombre geográfico; antes sólo existíamos como Mar de las Antillas.
La investigación en la que se establece esto le pertenece a la profesora Michelle Asencio, historiadora y antropóloga haitiana-venezolana.
Escuchen: