24 diciembre 2005

Cheo García y la Billo's - Barquisimeto / Valencia Señorial

Cheo García con la Billo's Caracas Boys.
Hoy es 24 de diciembre y ando en lo mismo que ustedes: calentando los motores en ruta hacia la borrachera de hoy, o con la borrachera ya en marcha. Sin embargo, había algo que me tenía intranquilo, algo que me martillaba por dentro mientras destapaba las frías, y que no iba a dejarme pasar la noche en paz; una especie de piedrita en el zapato, pero en el zapato del inconsciente. Al despuntar las 4:30 de la tarde descubrí al fin de qué se trataba: ese algo resuena duro en las radios y aparatos de sonido desde hace días (más honestamente: desde hace sus buenas siete décadas), pero apenas ahora fue cuando me bajó la iluminación, la deuda oculta que me inquietaba: recordé que tal día como hoy, no recuerdo si en el año 93 ó 94, se apagó la voz guarachera más recia que ha dado este país, y posiblemente una de las que mejor nos representa y nos define como patria bonchona. Así que he decidido abandonar unos minutos a los panas y a la rumba e invertir unos minutos en este pequeño homenaje personal al cantante Cheo García.
No cargo el arsenal completo de la orquesta Billo's Caracas Boys, en la cual Cheo se lució con piezas como La Vaca Vieja, Si yo Tuviera una Novia, Pa' Maracaibo me voy y un par de centenares más. Hoy traigo sólo dos de ellas, que funcionan además como homenajes a un par de ciudades venezolanas y a quienes allí nacieron y/o habitan: Barquisimeto y Valencia Señorial. Por cierto, el maestro Billo Frómeta solía hacer algunas trampas para mercadear sus éxitos; un a de ellas era versionar sus canciones colocándoles nombres distintos para seducir a públicos diversos. Por ejemplo, esta Valencia Señorial tiene una canción gemela llamada Palmira Señorial, con la cual se ganó el corazón de unos cuantos palmireños. Vivo que era el maestro, ¿ah?
Si usted es venezolano y tiene más de 20 años seguramente no tendré que presentarle a la orquesta ni al Cheo; si usted es de otra parte o muy joven, escúchelo ahora. A unos y a otros los invito a que terminen de entrar en su fiesta del 24 disfrutando y asombrándose con este bárbaro timbre de voz (y, por supuesto, con la magia de los arreglos de la Billo's):


Barquisimeto:



Valencia Señorial:

22 diciembre 2005

Tormenta - Adiós, chico de mi barrio

Tormenta.
Una de las canciones más espeluznantes de los tempranos años 70 es esta que popularizó la argentina Liliana Maturano, conocida en todos lados como Tormenta. Lo que espeluzna de ellas (de la canción y su intérprete) es el tremendo desparpajo con que se echaron a volar por el mundo de habla hispana, armadas de un rotundo erotismo que casi llega a ser pornografía. No recuerdo si la pieza de marras fue prohibida en alguna emisora, pero sí me vienen a la mente ciertas conversaciones en que a esta mujer se le señalaba por sucia y por obscena: antes se escuchaba radio en familia, y la familia era "el núcleo fundamental de la sociedad". Por tanto, no es de gratis que muchos niños y adolescentes de entonces la hayamos adorado, y que ahora, de adultos y maduros, le agradezcamos y reverenciemos su obscenidad, su sucio realismo de ser humano en celo.
Vaya que alimentó nuestras fantasías aquella diabla que gritaba, por todo el cañón:

Chico de mi barrio, flores en el pelo y los pies descalzos
chico de mi barrio con la cara sucia y el cabello largo,
cuéntame que al fin vamos a jugar a la libertad de poder amar
en algún rincón de mi casa estoy esprerándote...

Aunque uno no era precisamente de los que andaban por esas calles con flores en el pelo, sí nos identificábamos en todo lo demás con ese "chico" al que le cantaba la ciclónica cantante: éramos unos pelabolas "con la cara sucia y el cabello largo", unos niños abandonados (de abandono voluntario) en quienes difícilmente iban a fijarse las muchachas lindas y respetables. Necesitada como estaba nuestra niñez y preadolescencia de salir del marasmo de la virginidad, Tormenta vino a coronarse como nuestra reina de la evocación: era fácil, y además gratis, traerla a la memoria en nuestros solitarios ejercicios de preparación para la vida sexual.
Confesión: nunca hasta hoy (22 de diciembre de 2005, 1:30 de la madrugada), cuando me dispuse a buscar su rostro en la red, llegué a verla físicamente (la red me la regaló de cuerpo entero), pero en aquellos tiempos de embeleso le di mil rostros y formas gracias a su maravillosa capacidad de entrega, a su divina putería:

Si pasas por mi vereda
juegas con mi pollera así
regálame tu sonrisa
siembra en mi vientre estrellas...

¿Qué otra clase de estrellas se le pueden sembrar a una hembra que, además, cuando transcurre 1 minuto 1 segundo, y luego a los 2 minutos 9 segundos de la pieza, se atreve a ejecutar un impresionante malabarismo bucal que lo pone a uno, todavía hoy, a soñar con las diversas aplicaciones de esa lengua que modula tan raro y pronuncia tan sabroso? Ocurre en la estrofa que dice:

Aprisiona mi cintura
que por las terrazas vamos a escapar
vamos a bailar, la la ra la la la la,
eeeeeh, la la ra la la la la...

Que me perdone la señora Maturano si me equivoco, pero ese la la ra la la la la no me sonó nunca como un simple agregado prosopopéyico para completar la frase, sino como un adelanto de lo que le esperaba al afortunado chico de su barrio cuando aceptara la invitación a escapar por esas terrazas.
En resumen, Chico de mi barrio funcionó como un catalizador de nuestros oscuros apetitos de machos en construcción, y también, hace poco, como jingle que le aderezó la campaña electoral a a un senador chileno. Un tanto decepcionante ese destino, así que nos quedamos con la Tormenta que nos perturbó en los años 70.
Escúchenla, cortesía de Sanamed dúo:

21 diciembre 2005

Rincón Morales - Caracas / Orinoco

Rincón Morales.
Caracas y Maracaibo mantienen desde hace mucho tiempo una de esas confrontaciones sordas nacidas del orgullo regional exacerbado. Hay que decir, a manera de consuelo o justificación, que en todos los países de la tierra se da este fenómeno, sobre todo entre sus ciudades más importantes. Además, el que los caraqueños y los maracuchos no se soporten ha servido, entre otras cosas, para que en cada ciudad florezca la autoestima, y no necesariamente el odio mutuo. Sencillamente a los caraqueños les parece que lo suyo es superior a lo marabino, y lo mismo de este lado para el otro. Ochocientos kilómetros separan a ambas ciudades, así que el temor de que se produzca un percance fronterizo está más que superado.
Pero suceden cosas. A prácticamente todas las ciudades del mundo se les ha compuesto y cantado canciones, algunas más afortunadas que otras. En lo que respecta a Caracas, el maestro Billo Frómeta invirtió buena parte de su energía, su talento y su pasión en regalarle un puñado de líricas, alguna de las cuales alcanzó la inmortalidad. A pesar de ello, y con el debido respeto a su memoria, es justo mencionar una bonita paradoja: la canción más apasionada, más hermosa, más épica y más sonora de cuantas se le han compuesto a la capital de venezuela es obra de un conjunto de gaitas de Maracaibo, esa institución primero familiar y luego nacional llamada Rincón Morales. Caracas es, dicho rápido y sin inútiles timideces, una obra maestra, una de esas canciones que le instalan a cualquiera el clásico nudo en la garganta. Si usted es venezolano y está fuera del país, escúchela ahora y llénese de esa sensación extraña al final de la cual sale airosa la querencia del suelo patrio.
Este servidor no ha podido precisar a cuál de los Morales o los Rincón pertenece el potente chorro de voz que musita, resbala y después retumba:

Y en cada noche sin igual
la luna se pone a coquetear:
La gran Caracas heroica y poderosa...

De las biografías disponibles se deduce que ese vocalista es Francisco Morales; les pido a los gaiteros o melómanos enterados que me confirmen o corrijan el dato en el espacio de los comentarios, para ponerlo aquí. En todo caso, es el mismo cantante que se luce con ese otro poema monumental llamado Orinoco.
Va, pues, para los venezolanos que están afuera y a quienes les cuesta conseguir una gaitica en estos días:
Caracas


Orinoco

13 diciembre 2005

Tito Puente - Trátame Como Soy

Tito Puente.
Esta es otra de las que ponen a bailar a un sofá. La compuso y estrenó Benny Moré en 1957; era una bicha suavecita pero cadenciosa que, según dicen, enloqueció a todo el mundo, como todo lo que salía de la boca y del genio del Benny.
Veintidós años más tarde el abusador de Tito Puente cogió esta pieza, le imprimió un poco más de velocidad, le agregó unos locos metales que pulverizaron la difícil frontera entre el mambo y la salsa. La condimentó además con unas improvisaciones de leyenda: ahí están Adalberto Santiago, Ismael Miranda, Héctor Lavoe y al final Celia Cruz. Fíjense, sobre todo, en el turno de Héctor, que comienza a los 2 minutos 31 segundos, y en el grito jíbaro que suelta al comenzar el mambo, a los 2:58. Incluso en la desértica Carora, donde la influencia Caribe no llegaba tan fácil en ese entonces (1979) esa clase de expresiones nos servían a los anti-rockeros y a los anti-disco music para decirles a los amantes de la música anglosajona que lo suyo era música para maricos, que la verdad del sonido estaba aquí, en estas piezas rotundas de pailas, cueros y resonancias latinas.
El disco trae otras 12 canciones, se llama Homenaje a Benny Moré, y que me perdone la memoria inmortal del Bárbaro del Ritmo, pero en esa pieza el Tito y sus cómplices lo superan.

12 diciembre 2005

Cardenales del Éxito - Lolé Lolaila

Cardenales del Éxito.
Estamos en diciembre y este blog se me está yendo por senderos difíciles: acabo de poner a Leo Dan y ya empecé a ver lánguido el sol de Puerto La Cruz. A dejarse de eso: hay que alegrarse el alma, compañeros.
Les anuncié hace días que iba a meter varias gaitas sabrosonas para entrar en sintonía con la época. Va entonces otra de Cardenales del Éxito, que es una mezcla de varias de sus muchas creaciones para la historia. Se llama Lolé Lolaila, toda una referencia para los venezolanos, incluso para aquellos que detestan la gaita. La invitación es, entonces, a los naturales y habitantes de otros países, para que escuchen la forma venezolana de vacilarse las navidades.
Suena:

Lolé Lolaila:

Leo Dan - Esa Pared / Te he Prometido

Leo Dan.
Las canciones de este argentino no son precisamente de las más sombrías que ha producido su tierra, pero todas tienen un toque evocativo que lo traslada a uno, irremediablemente, a momentos en los que había que lidiar con cosas lamentables. ¿Será exactamente así para todo el mundo o solamente para los cuatro o cinco panas a quienes les he consultado al respecto? Ya alguien visitó este blog y dejó un comentario que me parece muy interesante: al amigo le llegan buenos recuerdos cuando escucha a Los Ángeles Negros. Diría un maracucho: ¡vergación!
¿Será posible? Lo es: parece que las canciones no son tristes ni alegres en sí mismas, sino que dependen del momento en que nos asaltaron sus acordes cuando estaban, digamos, de moda. Así que Leo Dan (nombre real: Leopoldo Dante) hacía sus buenos esfuerzos por alegrar el ambiente, pero, en lo personal, me es inevitable que el tono que asocio con su nombre y con su música tenga mucho de:

Esa pared
que no me deja verte...

Aquí tengo, precisamente, Esa Pared y Te he Prometido, dos atentados en forma de recordaciones de los tempranos años 70.

Aquí van:


08 diciembre 2005

Vytas Brenner - San Agustín / Canchunchú Florido

Vytas Brenner.
Algún día tendré que hacer el recuento de mis acontecimientos inexplicables. Cuando esté listo para emprender la tarea, seguramente lo primero que reseñaré será el vago horror, la sensación de rara inquietud que me producían en mi niñez ciertas piezas instrumentales. Totalmente en serio: sonaban los primeros acordes y yo me crispaba.
Una de ellas, recuerdo, servía de fondo musical a una propaganda institucional, no recuerdo si de algún ministerio, el Inciba u otro ente incomprensible para mi escasa visión del mundo. La otra acompañaba la presentación y la despedida de un programa de opinión que transmitía Radio Carora a mediodía; el programa se llamaba Paradigmas. Muchos años tardé en sobreponerme a ese absurdo terror, y en comprender que ciertos paradigmas, aunque sirven para controlar y eventualmente doblegar la voluntad libertaria de los seres humanos, están allí precisamente para que los desafiemos y los derribemos. En eso andamos, por cierto, aquí en mi país.
Muchos años también tardé en saber que esas composiciones no provenían de una dimensión suprahumana, sino que eran obra del genio de un señor nacido en Alemania e instalado en Venezuela desde niño. Aquí se enamoró de la música venezolana y decidió mezclar sus instrumentos tradicionales con teclados de última generación para la época (años 60 y 70), arrojando como producto unas joyas sinfónicas que desconcertaban a los críticos y perturbaban a ciertos muchachos caroreños.
Una de aquellas piezas, la de Paradigmas, se llama San Agustín y, para que no queden dudas de que es un homenaje a la barriada caraqueña más afrocaribe y más musical, allí participa Mandingo (fundador del grupo Madera y sobreviviente de la tragedia del río Orinoco) en la percusión. La otra se titula Canchunchú Florido, y es una pequeña explosión de notas en la que participan unos cuantos grillos, ranas plataneras y otros sonidos nocturnos.
El músico que logró estas maravillas se llamaba Vytas Brenner y murió hace poco menos de dos años. Ya sus canciones no me producen miedo sino ternura.

Escúchenlas, de ser posible con buenas cornetas o con audífonos, para que no se pierdan de sus mínimos y asombrosos detalles:

San Agustín:


Canchunchú Florido:

07 diciembre 2005

Noel Petro - La Reina de Las Cruces / Yo voy hacia ti

Noel Petro.
Este caballero, apodado El Burro Mocho, es uno de los cantantes más queridos en Colombia y sus alrededores (posiblemente más en los alrededores que en Colombia). Noel Petro nos enganchó durísimo en los años 70 con algunas de sus composiciones y también con versiones de piezas famosas; entre estas últimas lo consiguió con La Araña, y lo hizo con tanto acierto que todavía hoy uno consigue gente que cree que esa canción es original de Noel Petro.
Entre las muchas que interpretó destacan algunas que se han convertido en patrimonio artístico de América Latina. Sin profundizar mucho, ahí tenemos Yo Voy Hacia Ti, cuyo título tal vez a usted no le sugiera o recuerde ninguna canción que le suene conocida, pero sí lo que dice el estribillo:

Espérame entre palmeras
como la primera vez...

La hazaña cotidiana, el aporte incomparable de Petro consistía (o consiste, pues todavía canta, según he leído por allí) en que cantaba cada canción, por muy pedestre, arrabalera o estrambótica que fuera su letra, con el mismo feeling, el mismo sentimiento, la misma dulzura con que pudiera recitar a Vallejo. Estoy convencido de que a muchos que no hablan ni entienden el castellano, al escuchar a este cantante, les sucede a lo mismo que a quienes no entendemos mayor cosa el inglés y escuchamos a cualquier Phill Collins: nos conmueve y puede hasta ponernos melancólicos, pero en realidad no sabemos que el tipo está cantándole, ni más ni menos, a la insólita advocación de una cuadrúpeda innoble:

Yo tengo una burra
muy adinerada
a la calle no la saco:
ya está muy apecuecada, ¡hombe!
Revoliá revoliá revoliático...


Acá reproducimos La Reina de Las Cruces (dedicada a su ex mujer, Claudia de Colombia, quien le rompió el corazón después que se hizo famosa) y Yo Voy Hacia Ti. En esta última deténgase a escuchar varias veces el solo de requinto, que comienza transcurrido un minuto 57 segundos de la pieza. Degústelo, vacílese ese tumbao y esa pasión, y convénzase de una buena vez: al lado del Noel Petro, Eric Clapton es un pobre aprendiz de guitarra.

Suena:



06 diciembre 2005

Los Terrícolas - Carta de Néstor / Dos Cosas

Los Terrícolas.
La respuesta venezolana a Los Ángeles Negros estaba integrada por cinco muchachos muy jóvenes. Su director y vocalista es un Néstor Daniel que tenía apenas 15 años para el momento de la fundación del grupo, y cuya voz resultaba de lo más apropiada para esos desgarramientos en forma de canciones que echó a correr por toda América: Vivirás, Te Juro Que Te Amo, Dos Cosas, La Carta, muchas otras.
Uno de los detalles curiosos de la agrupación (que es en sí misma toda una curiosidad) es la voz de Lennys Beatriz Hoyer, una mujer que seguramente hubiera exhibido alguna calidad vocal si le hubieran dejado hacer algo más que condimentar y/o interrumpir los solos de Néstor con unos alaridos desoladores. En Carta de Néstor logra que le encomienden una misión distinta: en los primeros segundos de la pieza se encuentra un sobre y dice: "¡Oh!, carta de Néstor, ¿qué me dirá?", y su sorpresa suena tan auténtica y verosímil como un billete de a 15. Hay que decir, en descargo de su pobre demostración histriónica, que Néstor es su hermano en la vida real.
Acto seguido, comienza a leer la presunta carta enviada por Néstor, quien, aterrorizado por la forma en que Lennys está leyendo, no la deja de terminar sino que lo hace él mismo. Después de esto, a la chica no le queda más remedio que regresar a su repertorio de gritos furibundos mientras recibe unas extrañas recomendaciones acerca del hijo que, probablemente, el mala entraña del Néstor le zampó en el vientre durante su encuentro de anoche, antes de huir despavorido:

Que nunca pruebe licor
que nunca sufra una pena
y que nunca se enamore
de las mujeres ajenas...


De mi zambullida en el túnel del tiempo que son las colecciones propias y de varios panas rescaté esta pieza, y también Dos Cosas, otra rocolera durísima del repertorio, con diálogo infame incluido.

Ahí van las dos:


03 diciembre 2005

Lilia Vera - La Culebra / Entreverao

Lilia Vera.
Una de nuestras cantantes más versátiles y de voz más evocativa nos partió el alma con un largo repertorio de merengues caraqueños, tonadas, joropos, polos margariteños y, en general, todo cuanto ha parido Venezuela en materia musical.
Aquí abajo les suelto dos que nos remueven viejas y emocionantes gavetas del corazón: La Culebra, un sabroso merengue venezolano con el que seguro todos nos tropezamos alguna vez en la vida, y que probablemente usted no escuchaba desde hacía dos o tres décadas. El otro es Entreverao, un impresionante golpe de bandola que se pasea por varios ritmos fundamentales del joropo (pajarillo, seis por derecho, gabán) y que en la voz de Lilia nos recuerda la clase de temperamento que nos impregna desde lo profundo del llano.
Va:

La Culebra:


Entreverao:

01 diciembre 2005

Cardenales del Éxito - Entre Palos y Alegría

Cardenales del Éxito.
Para los hermanos no venezolanos que no se saben el cuento: la gaita es el género musical emblemático de las navidades venzolanas. Al menos de la Venezuela de hace 40 años para acá; antes diciembre llegaba acompañado de un cuento llamado villancicos y aguinaldos, pero en algún momento el pueblo maracaibero impuso su enorme energía, su sólido orgullo regional, y contagió a toda esta patria a punta de gaitas, un ritmo que (por si no lo conoce) es de los que se quedan pegados en el oído y en todo el cuerpo.
A lo largo de este mes pondremos aquí más de una gaitica inmortal; me viene un aguacero de Orinoco, Caracas, El negrito fullero, Morrocoy y otras. Pero esta bicha contundente de título Entre Palos y Alegría, con la que hemos decidido recibir diciembre, es de Cardenales del Éxito y creación de Astolfo Romero.
Vio esta gaita la luz en 1989, año turbulento para los venezolanos, y contiene una hermosa paradoja: mientras las calles de mi país hervían de violencia porque anunciaban la muerte de una época y anunciaban el nacimiento de otra, estos maracuchos (gente de natural recio y deslenguado) nos regalaron una pieza atípica, por su serenidad y su ternura, como anuncia el diálogo de la introducción: es "sabrosa, sandunguerita, de esas que gaitas que le paran a uno los pelos, chico...".

Suenan así los Cardenales, y así la voz de Daniel Méndez:

30 noviembre 2005

Nancy Ramos - Ese mar es mío / Dime que sí

Nancy Ramos.
En 1972 se hizo mundialmente famosa una canción titulada Esse mar é meu; uno lee o escucha esa frase y ya se está imaginando una mulata inmensa y sudorosa bamboleándose en la playa. Su autor es un ícono de la samba, el brasileño Joao Nogueira, y quien la puso a sonar en las radios de todo el planeta fue una cantante que, al menos en el ámbito internacional, no pegó otros éxitos ­(ni falta que le hacía): Eliana Pittman. La pieza fue una celebración patriótica en Brasil, cuyo gobierno de entonces (la dictadura de Médici) consiguió ampliar el mar territorial de ese país de 12 a 200 millas. Buen negociador el muchacho, ¿ah?
En Venezuela, una mujercita parecida a una miniatura de Marilyn Monroe, y quien, debido a cuyos aspecto y candidez en escena se ganó el apodo de "La muñequita que canta", pegó también entre nosotros esta versión, Ese mar es mío. En los labios de Nancy Ramos, aquella pieza original de tonos nacionalistas quedó increíblemente trastocada en canción de cuna. Dirán ustedes que lo mismo le sucedió al Gloria al Bravo Pueblo, y tienen razón.
La que grabó Eliana Pittman en portugués es superior como objeto poético y también musicalmente, pero la gente de nuestro pueblo, y también en otros países de habla hispana, asimiló mejor la versión en castellano; primero, por el idioma, y segundo porque nuestra Nancy le proporcionó ese candor propio de las mujeres que se vuelven tan dulces como la pesadilla de un diabético, y ustedes saben que la cursilería puede llegar a ser un maravilloso condimento afectivo.
En esta casa se adora a Nancy Ramos casi con el mismo ardor con que se adora a Lila Morillo. Aquí abajo coloqué, además de la pieza mencionada, otra bomba para el sistema nervioso que cualquier venezolano nacido de los 70 para atrás ha escuchado, así no quiera reconocerlo. Se titula Dime que sí, y ya no tengo palabras para piropear la tibia delicadeza, la textura de esa voz...

Suena:



29 noviembre 2005

Demis Roussos - Forever and Ever

Demis Roussos.
Cuando posaba para la carátula de sus discos la cara de Demis Roussos destilaba un sufrimiento del carajo. Lo mismo pasaba con su voz, con las letras que lo ponían a cantar, con la atmósfera misma en que se convertía la calina de mi querido desierto natal cuando ese caballero, cuyo semblante era un asunto a medio camino entre Jesucristo, Roberto Mano'e Piedra Durán y los vaqueros de los western italianos, se soltaba a modular esos quejidos lastimeros. He visto fotos suyas en las que aparece sonriente. Pero no puede engañarme: la vocación de ese hombre consistió, al menos en aquellos 70, en sufrir y transmitir sufrimiento.
Jamás he sabido ni querido saber qué decían aquellas letras, qué depresiones del carajo podían ser capaces de fomentar semejantes flebilidades. Yo me conformaba con escuchar de vez en cuando las versiones que le arreglaban al venezolano Ruddy Márquez. En una de ellas, la de Forever and Ever, una estrofa terminaba así:
...quizá cuando regreses junto a mí...

Lo cual me hace concluir que esa letra en castellano no concuerda para nada con la que cantaba el Demis: las palabras de Ruddy revelan una vaga esperanza. Yo estoy convencido de que esa cosa que lacera, tritura y aplasta a Demis Roussos es enorme, espantosa, no tiene solución, es una maldita tragedia irreparable; no en balde nació griego el voluminoso cantante.
El pana Oscar Palacios asegura que si llega a escuchar esta pieza en un momento de estrés simple (digamos, durante una cola en la autopista) es capaz de pegarse un tiro. Yo no puedo invitarlo a usted a que haga eso, pero sí a que sufra un poco con ese placer malvado que guardan algunas memorias lejanas. Ponga atención, sobre todo, a partir de los 3 minutos 9 segundos, cuando, tras el último lamento del cantante, un coro de ángeles o mujeres fallecidas modulan un aria que prefigura candor, soledad, ternura, catacumba o adiós. Se trata de las mismas deidades que cantan al principio y en el medio de la canción, pero al final resultan demoledoras, no sé exactamente por qué; quizá porque las voces se van apagando hasta que desaparecen.
Guarde entonces las armas de fuego y las navajas, póngase lejos de la ventana, asegúrese de que el Metro está cerrado, recuerde que diciembre puede ser un mes hermoso y escuche al excelso Demis Roussos:


28 noviembre 2005

Los Ángeles Negros - A tu recuerdo

Los Ángeles Negros.
Parece que rocolear en chileno siempre fue grato, sobre todo desde que Lucho Gatica se convirtiera en referencia continental. Pero esta historia comienza más adelante.
A finales de los 60, cuando ya el bolero estaba languideciendo, apareció allá en ese sur en ebullición un extraño grupo romántico que no resucitó el bolero ni se acopló del todo al género balada, pero vaya que arrancó lágrimas y suspiros entre los latinoamericanos y en Europa. También arrancó algunas carcajadas: mi hermana no podía entender cómo era que un señor tan feo como el cantante, Germaín, les hacía temblar las piernas a tantas nenas, a quienes el clímax les llegaba de manera sincronizada con aquellos poderosos alaridos:

Mañáaa
nameiréee....


Aquí en Venezuela les salió un clon llamado Los Terrícolas, hacia 1972; a ellos les sale homenajito también en esta colección.
Pegaron varias más Los Ángeles; en un futuro incluiré otras aquí. Mientras tanto, vacílense esta joya:

27 noviembre 2005

Tania - Playas de mi Tierra

Tania.
Suficientemente conocido es que en el Caribe todo es posible; quien ha crecido en estos parajes sabe que aquí puede perpetrarse toda mezcla, todo encuentro, todo sincretismo. Con todo, hay fenómenos inexplicables, combinaciones asombrosas que nos descolocan incluso a nosotros, mestizos por definición. Por ejemplo, nadie ha probado nunca una lata de sardinas con leche condensada. Y nadie, hasta 1974, había saboreado este engendro musical: cumbia margariteña.
Es fama que los orientales no se tragan muy fácil lo que viene de otra parte. Al caraqueño más insigne se le rebelaron varias veces con una rotunda altivez durante la Guerra de Independencia. Imagínense entonces la lejanía afectiva con Colombia...
Pues bien, la hazaña de pegar una cumbia dedicada a Margarita la logró una caraqueña cuyo nombre artístico era Tania. Esta mujer se inció como bolerista con Los Diamantes, pero en los 70 encontró una veta recóndita en esto de conectar ritmo colombiano y pasión oriental venezolana.
Era bellísima esta tipa; mi papá suspiraba por ella abiertamente, y a mí se me quedó impregnada también en la piel desde que las ondas misteriosas de la radio y la TV me la lanzaban en blanco y negro hasta Carora. En esta canción suya, Playas de mi Tierra, hay un pasaje que siempre me crispó los nervios: promediando los 2 minutos 33 segundos suelta un par de gallos programados, un quiebre de voz insólito, que me hacía unas cosquillas inexplicables en la boca del estómago, cuando dice:
Todo un mundo de amor se puede hallar
al calor de su música sensual...
Ya de adulto, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de la nostalgia, fui a verla en persona en el Teatro Municipal de Caracas. Llegó el momento del quiebre de voz y, para mi sorpresa, sentí idéntico cosquilleo que 20 años atrás. Sólo que ahora sabía que eso no se llama cosquilleo sino excitación erótica.
Vaya, sientan los prodigios que puede operar la voz de una mujer emocionada:

25 noviembre 2005

Celia Cruz y Oscar D'León - El son de Celia y Oscar

Celia Cruz y Oscar de León
con la orquesta de Ralph Mercado.
A mediados de los 90 la salsa se había convertido en un asunto romántico y a veces erótico, y eso tenía muy molestos a los salseros ortodoxos, originarios. En vista de que poca gente pensaba que la generación de Ray Ruiz, Jerry Rivera y Mark Antony podía revivir las glorias de Feliciano, Lavoe y las grandes orquestas, Ralph Mercado ensayó el regreso de varios caballos y los puso a cantar en sucesivos duelos, algunos de los cuales fueron maravillosos, pero otros no hicieron sino acentuar la sensación de debacle de algunos ídolos. En castellano: nunca se escuchó peor Cheo Feliciano que cuando le tocó fajarse con José Alberto El Canario en un contrapunteo abominable llamado Soneros de Bailadores.
Pero aquí tengo otro duelo que sí la botó de jonrón. Es tan contagioso que hasta un sujeto como yo mismo, incapaz de bailar ni siquiera un vals de esos vieneses, no puedo evitar saltar del sillón cada vez que escucho esta piezota, de la mano de Oscar D'León y Celia Cruz.

Dice:

Sabú - Quizás sí, quizás no

Sabú.
Apenas ayer en la noche, cuando buscaba datos biográficos de este cantante argentino, me enteré de la noticia: el hombre murió en Ciudad de México el pasado 16 de octubre, a los 52 años de edad. Se llamaba Héctor Jorge Ruiz, y parece que pegó algunos éxitos en los años 70 en el sur de América. Pero no fue sino hasta el año 83 cuando los venezolanos le abrimos las puertas, vía TV: Radio Caracas transmitía una telenovela llamada Luisana Mía (con Jean Carlos Simancas y Mayra Alejandra), cuyo tema musical era un lamento desgarrador como sólo los herederos del tango son capaces de modular:
Miénteme:
no te he visto con él si lo juras tú...
En mi patria, acostumbrados como estábamos a que sólo José Luis Rodríguez, Julio Iglesias y dos o tres íconos más tenían derecho a pegar baladas, nos preguntamos largo rato de dónde había salido este nuevo fenómeno. Y todavía hoy pocos recuerdan de quién era aquella voz que nos hacía un nudo en la garganta todas las noches a las 9 en punto.
Sirva esto entonces como mi pequeño homenaje personal al recién fallecido Sabú, esa extraña y fugaz presencia de nuestros años 80.
Dígalo, caballero Héctor Jorge Ruiz, y descanse en paz:

24 noviembre 2005

Mocedades - Eres Tú

Mocedades
El grupo español Mocedades cuenta entre sus méritos el haberse echado a cantar, con tremendo éxito comercial y artístico, sin pretender parecerse a ningún grupo precedente. Se dice fácil, pero hay que tener en cuenta que la cosa ocurrió en una época en la cual todos los conjuntos y cantantes de habla hispana querían imitar a Los Beatles, a Elvis, a Janis Joplin o a los Rolling Stones.
Casi ninguno lo lograba en materia musical o de impacto publicitario. Pero casi todos conseguían igualarlos en el renglón alucinógeno: combo de músicos al que no se le notara a diez cuadras que estaba hasta las medias de marihuana u otros catalizadores, no estaba en nada. Y ese es otro mérito de las Mocedades: la cantante, Amaya (en la foto, la primera de la derecha), era una niña de voz, aspecto y ademanes tan puros y cándidos que nadie osaba sospechar que fuera capaz de meterse nada más fuerte que un korn flakes con doble cucharada de azúcar.
Como para reforzar esa percepción, pegaron del techo esta pieza, Eres Tú, una canción ecléctica, que ha sido utilizada por igual con fines evangelizadores y de seducción: la letra ha funcionado indistinta e históricamente para levantar faldas y para impeler a las chicas a llevarlas más largas; para controlarse a unas y para inspirar en otras el amor a Cristo. Vaya cancioncita esquizofrénica, hermanos. Como quiera que sea, es hermosa y nos embelesó la infancia.

Escúchenla y/o descárguenla a su computadora:

23 noviembre 2005

Nino Bravo - Un beso y una flor

Nino Bravo.
Era 1970, tal vez 1971. La figura de este tipo era un chorro de voz cuya potencia hacía estremecer las paredes del maldito rancho donde vivíamos, en San Cristóbal. Hasta que apareció por allí en la TV (creo que en De Fiesta con Venevisión u otro show por el estilo), y a mis viejos les iba a dar una vaina: no lo llamaron marico directamente porque ya ese insulto lo habían agotado en otro cantante español, nombrado Rafael. Pero era el caso que la imagen de este patiquín, pálido y de pelo largo, no se compadecía con la calidad viril de ese sonido animal que tronaba:

Forjarán mi destino
las piedras del camino
Lo que nos es querido
siempre queda atrás...

Esa especie de himno personal de alta envergadura poética que hacía llorar a las mujeres y les insuflaba a los hombres ímpetus aventureros. Y después la historia de su muerte, mi hermano...
Nino Bravo nos puebla la memoria y nos informa que a España le debemos buena parte de nuestra historia sentimental.

Recuerden, por favor, cómo cantaba ese sujeto:

21 noviembre 2005

Pete Rodríguez - Micaela

Pete Rodríguez.
A principios de los años 60, en medio de lo que viene a ser la prehistoria de la salsa, los gringos aprovecharon el boom de los ritmos que enloquecían a la juventud y nos zamparon una cosa llamada twist. Bueno, se lo zamparon a todo el mundo, a decir verdad; la dominación tiene vocación universal.
El caso es que varios músicos de origen latino ensayaron respuestas a ese producto. No todas esas respuestas fueron felices, básicamente porque en lugar de contragolpear con armas autóctonas lo que hicieron fue copiar los ritmos anglosajones. Sin embargo, algunas manifestaciones marca boogaloo y shingaling lograron poner de moda a músicos que habrían de escribir una historia más trascendental en el futuro cercano (Palmieri, Barretto, Fajardo, Pacheco).
Y bueno, hay que decirlo: hay por allí unos bugalús sabrosos que vale la pena recordar. Me vienen a la mente Cinturita, Palo de Mango, y esta del Pete Rodríguez (no El Conde sino el pianista y director de orquesta puertorriqueño), cuyos primeros acordes nos paran los pelos de punta a los venezolanos, por razones distintas según quien los escuche.
Vaya:

20 noviembre 2005

Claudia de Colombia - Tú me haces falta

Claudia de Colombia.
Ajá: ¿a que no se acordaban de ésta (ni de ella)? Claudia de Colombia nos dio en la madre a todos los latinoamericanos, allá por los 70. Usted, que pensaba que Shakira ha sido la primera cantante colombiana con etiqueta de exportación, aquí la tiene: es hora de hacerle honor a La Reina de las Cruces (como la bautizó su marido más atormentado, el también inolvidable Noel Petro).
Quienes disfrutamos y padecimos la radio de esos años tenemos a esta mujer galvanizada en las gavetas del recuerdo. Los venezolanos en particular sufrimos por su causa una convulsión machista y otra patriótica. La patriótica, porque una vez el presidente Carlos Andrés Pérez la homenajeó con una cena, y en pleno brindis la diva le soltó, sin anestesia: "Mire presidente, va siendo hora de que los venezolanos nos devuelvan el islote de Los Monjes...". La castigamos duro, o al menos eso creímos: aquí divulgamos un chisme según el cual había sido amante de CAP y de su chofer.
La conmoción de tipo machista sobrevino cuando Claudia buscó y encontró la forma de vengarse: la prensa colombiana quiso saber si aquella especie era cierta y ella no lo negó ni lo confirmó, pero dijo claro y raspao que los hombres venezolanos eran flojos en la cama.
En fin, ni siquiera por estos episodios puede uno odiar a quien nos llenó de fantasías la niñez con esos arrullos melodiosos.

Óiganla:

18 noviembre 2005

Eddie Palmieri - Vámonos pa'l monte

Palmieri & Quintana con la Fania All Stars.
Una versión en vivo de 1996, en la reaparición de los caballos de la Fania en Puerto Rico. Recuedo haber visto el video del concierto; justo antes de esta pieza se caen a mandarriazos melódicos en el piano Eddie Pamieri, Pappo Lucca y Larry Harlow; inolvidable. Luego, ya en pleno vuelo, Palmieri y Pappo sueltan de nuevo sendos solos. Los de trompeta al comienzo, en la estructura original de La Perfecta, son sustituidos aquí por Pacheo en la flauta. Ismael Quintana desafina bello, un poquito bastante, pero es Ismael Quintana y su presencia ante el micrófono ya es un hito histórico.
La metí incompleta porque es larga y me les quita espacio a otras. Perdónenme esa.
Plomo al hampa:


The Lebron Brothers - Salsa y Control

The Lebron Brothers.
Obviamente, la canción que le da nombre a mi extraño y querido libro de relatos (mi primogénito, para ser más precisos) es la de los Hermanos Lebrón. En realidad el título original del libro era Salsa, Cuento y Control, pero en la editorial (Monte Avila) alguien decidió que Salsa y Control estaba bien y así se quedó.
Ahora, ¿saben qué?, nunca me gustó esa pieza (de modo que tal vez está un poco fuera de lugar aquí). Dicho de otro modo: el libro no se le parece. Sin falsa humildad: el librito tiene espíritu, tono y ferocidad; tanta, que he renegado de ese estilo por barroco, estridente y rebuscado en el lenguaje. Pero es su carácter: al final aceptas a tu hermano drogadicto, alcohólico o delincuente. Es tu sangre; hay lazos profundos que nada puede romper. A su lado, la canción de los Lebrón parece una niña estúpida que ruega que la lleves a la discoteca. En serio, escuchen la cadencia: eso es una sifrina, una chica plástica. El libro es una mulata bravía y explosiva.
Les prometo (y me prometo) buscar y analizar bien en el cancionero de estas latitudes la pieza que mejor encaja, la que le da la talla al librito e interpreta mejor sus candelas interiores.
Mientras tanto, aquí va, a pesar de todo, el homenaje necesario a la canción de los Lebrón que le prestó su nombre a mi obra de muchacho inquieto.

Escuchen:

Celio González - Asombro

Celio González con La Sonora Matancera.
Es posiblemente la canción de despecho más sencilla jamás compuesta (sólo comparable, en mi humilde y aparatosa opinión, con Sin ti, versión de Los Panchos), y una de las más dolorosas en su ternura y en su elocuencia. En lo personal, de las que canta Celio González me retuerce más esa que mientan Total, pero a ésta la quiero homenajear por su cálida sencillez.
No recomendable para despechados actuales; es capaz de romperle algo por dentro a quien venga a escucharla afectado por un guayabo real.
¿No necesita esa clase de consejos? Bueno, entonces óigala y destrúyase:

Celia, Barretto y Adalberto - Nadie se salva de la rumba

Celia Cruz y Adalberto Santiago con la orquesta de Ray Barretto.
Un clásico "agazapado" del buen soneo: Celia y Adalberto, maduros y poderosos, se fajan en sabroso toma y dame para la posteridad. Y, tras ellos, un Barretto-director magistral que se luce a mitad de la pieza con un solo de tumbas. Los arreglos de metales son desconcertantes.
La pieza es para salseros iniciados; la radio comercial no la calcinó en su momento, y tal vez por eso goza de buena salud.
Zámpale:

Silvio Rodríguez - El Mayor

Silvio Rodríguez.
Como creación, cumple con los requisitos básicos de una buena tesis o trabajo de ascenso: va de lo muy general (el contexto: "El hombre se hizo siempre / de todo material...") a lo particular ("Mortales ingredientes / armaron al Mayor...") con una facilidad que ni Vizquel atrapando esas pelotas imposibles.
Pero como "apenas" se trata de un poema al que el Silvio además le puso hermosa melodía, pues no hay nada que hacer: es un tributo fabuloso, una celebración del ser humano que mezcla Historia y pasión: "Va cabalgando sobre una palma escrita...".
Lo demás lo dice en la carátula del álbum Días y Flores: está dedicado "A la memoria del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, en el centenario de su caída en combate en la sabana de Jimaguayú, el 12 de mayo de 1873".
Déle play:

Leo Marini - Caribe Soy

Leo Marini con La Sonora Matancera.
Es difícil decir esto, pero es justicia: un argentino vino y nos enseñó cómo se canta la canción emblemática del Caribe rocolero. Bueno, de allá salió también el Che a enseñarnos a hacer una Revolución a la cubana, así que...
Es, además, la primera canción (y posiblemente el primer documento) en que se utiliza la palabra "caribe" como gentilicio y como nombre geográfico; antes sólo existíamos como Mar de las Antillas.
La investigación en la que se establece esto le pertenece a la profesora Michelle Asencio, historiadora y antropóloga haitiana-venezolana.
Escuchen: