A veces me asalta la impresión de que, más allá de las figuras más o menos obvias todavía sin incluir en este espacio, no quedan muchas más canciones de esas que sorprenden porque las teníamos guardadas en algún sótano del coñísimo, no en el recuerdo sino en el olvido. Pero siempre saltan liebres a la pista y los colaboradores espontáneos son una buena mina de descubrimientos. Aquí van tres enviadas por los más entusiastas.
Mario Pialli desengavetó una cosa titulada Sereno, otra más de esas cuyo título tal vez no dice mucho, pero cuando uno la escucha, en español o en italiano (esta es la original en italiano, del conjunto Drupi) automáticamente se encienden las alarmas de la memoria. Artigas, el Negro, envió otra de sus acostumbradas ruinas arqueológicas sonoras: Pobrecito, qcanción ue sólo ahora, treinta y tantos años después, vengo a enterarme de que la interpretaba un grupo llamado El Cuarto Parlamento. Y Luis Bascones entregó una de Silvana Di Lorenzo, posiblemente la cantante más desafinada de la historia de la música popular después de María Conchita Alonso: Palabras, palabras palabras. Digna de mención es la intervención de la voz masculina en esta pieza, un sujeto que comienza tratando de seducir a la mujer y al final sucumbre, presa de una desesperación horrible que lo lleva a implorarle a la sorda mujer que lo escuche.
Mario Pialli desengavetó una cosa titulada Sereno, otra más de esas cuyo título tal vez no dice mucho, pero cuando uno la escucha, en español o en italiano (esta es la original en italiano, del conjunto Drupi) automáticamente se encienden las alarmas de la memoria. Artigas, el Negro, envió otra de sus acostumbradas ruinas arqueológicas sonoras: Pobrecito, qcanción ue sólo ahora, treinta y tantos años después, vengo a enterarme de que la interpretaba un grupo llamado El Cuarto Parlamento. Y Luis Bascones entregó una de Silvana Di Lorenzo, posiblemente la cantante más desafinada de la historia de la música popular después de María Conchita Alonso: Palabras, palabras palabras. Digna de mención es la intervención de la voz masculina en esta pieza, un sujeto que comienza tratando de seducir a la mujer y al final sucumbre, presa de una desesperación horrible que lo lleva a implorarle a la sorda mujer que lo escuche.
Engalana esta selección Silvana Di Lorenzo, de quien tampoco se puede decir que sea hermosísima, pero al menos es mujer.