24 diciembre 2005

Cheo García y la Billo's - Barquisimeto / Valencia Señorial

Cheo García con la Billo's Caracas Boys.
Hoy es 24 de diciembre y ando en lo mismo que ustedes: calentando los motores en ruta hacia la borrachera de hoy, o con la borrachera ya en marcha. Sin embargo, había algo que me tenía intranquilo, algo que me martillaba por dentro mientras destapaba las frías, y que no iba a dejarme pasar la noche en paz; una especie de piedrita en el zapato, pero en el zapato del inconsciente. Al despuntar las 4:30 de la tarde descubrí al fin de qué se trataba: ese algo resuena duro en las radios y aparatos de sonido desde hace días (más honestamente: desde hace sus buenas siete décadas), pero apenas ahora fue cuando me bajó la iluminación, la deuda oculta que me inquietaba: recordé que tal día como hoy, no recuerdo si en el año 93 ó 94, se apagó la voz guarachera más recia que ha dado este país, y posiblemente una de las que mejor nos representa y nos define como patria bonchona. Así que he decidido abandonar unos minutos a los panas y a la rumba e invertir unos minutos en este pequeño homenaje personal al cantante Cheo García.
No cargo el arsenal completo de la orquesta Billo's Caracas Boys, en la cual Cheo se lució con piezas como La Vaca Vieja, Si yo Tuviera una Novia, Pa' Maracaibo me voy y un par de centenares más. Hoy traigo sólo dos de ellas, que funcionan además como homenajes a un par de ciudades venezolanas y a quienes allí nacieron y/o habitan: Barquisimeto y Valencia Señorial. Por cierto, el maestro Billo Frómeta solía hacer algunas trampas para mercadear sus éxitos; un a de ellas era versionar sus canciones colocándoles nombres distintos para seducir a públicos diversos. Por ejemplo, esta Valencia Señorial tiene una canción gemela llamada Palmira Señorial, con la cual se ganó el corazón de unos cuantos palmireños. Vivo que era el maestro, ¿ah?
Si usted es venezolano y tiene más de 20 años seguramente no tendré que presentarle a la orquesta ni al Cheo; si usted es de otra parte o muy joven, escúchelo ahora. A unos y a otros los invito a que terminen de entrar en su fiesta del 24 disfrutando y asombrándose con este bárbaro timbre de voz (y, por supuesto, con la magia de los arreglos de la Billo's):


Barquisimeto:



Valencia Señorial:

22 diciembre 2005

Tormenta - Adiós, chico de mi barrio

Tormenta.
Una de las canciones más espeluznantes de los tempranos años 70 es esta que popularizó la argentina Liliana Maturano, conocida en todos lados como Tormenta. Lo que espeluzna de ellas (de la canción y su intérprete) es el tremendo desparpajo con que se echaron a volar por el mundo de habla hispana, armadas de un rotundo erotismo que casi llega a ser pornografía. No recuerdo si la pieza de marras fue prohibida en alguna emisora, pero sí me vienen a la mente ciertas conversaciones en que a esta mujer se le señalaba por sucia y por obscena: antes se escuchaba radio en familia, y la familia era "el núcleo fundamental de la sociedad". Por tanto, no es de gratis que muchos niños y adolescentes de entonces la hayamos adorado, y que ahora, de adultos y maduros, le agradezcamos y reverenciemos su obscenidad, su sucio realismo de ser humano en celo.
Vaya que alimentó nuestras fantasías aquella diabla que gritaba, por todo el cañón:

Chico de mi barrio, flores en el pelo y los pies descalzos
chico de mi barrio con la cara sucia y el cabello largo,
cuéntame que al fin vamos a jugar a la libertad de poder amar
en algún rincón de mi casa estoy esprerándote...

Aunque uno no era precisamente de los que andaban por esas calles con flores en el pelo, sí nos identificábamos en todo lo demás con ese "chico" al que le cantaba la ciclónica cantante: éramos unos pelabolas "con la cara sucia y el cabello largo", unos niños abandonados (de abandono voluntario) en quienes difícilmente iban a fijarse las muchachas lindas y respetables. Necesitada como estaba nuestra niñez y preadolescencia de salir del marasmo de la virginidad, Tormenta vino a coronarse como nuestra reina de la evocación: era fácil, y además gratis, traerla a la memoria en nuestros solitarios ejercicios de preparación para la vida sexual.
Confesión: nunca hasta hoy (22 de diciembre de 2005, 1:30 de la madrugada), cuando me dispuse a buscar su rostro en la red, llegué a verla físicamente (la red me la regaló de cuerpo entero), pero en aquellos tiempos de embeleso le di mil rostros y formas gracias a su maravillosa capacidad de entrega, a su divina putería:

Si pasas por mi vereda
juegas con mi pollera así
regálame tu sonrisa
siembra en mi vientre estrellas...

¿Qué otra clase de estrellas se le pueden sembrar a una hembra que, además, cuando transcurre 1 minuto 1 segundo, y luego a los 2 minutos 9 segundos de la pieza, se atreve a ejecutar un impresionante malabarismo bucal que lo pone a uno, todavía hoy, a soñar con las diversas aplicaciones de esa lengua que modula tan raro y pronuncia tan sabroso? Ocurre en la estrofa que dice:

Aprisiona mi cintura
que por las terrazas vamos a escapar
vamos a bailar, la la ra la la la la,
eeeeeh, la la ra la la la la...

Que me perdone la señora Maturano si me equivoco, pero ese la la ra la la la la no me sonó nunca como un simple agregado prosopopéyico para completar la frase, sino como un adelanto de lo que le esperaba al afortunado chico de su barrio cuando aceptara la invitación a escapar por esas terrazas.
En resumen, Chico de mi barrio funcionó como un catalizador de nuestros oscuros apetitos de machos en construcción, y también, hace poco, como jingle que le aderezó la campaña electoral a a un senador chileno. Un tanto decepcionante ese destino, así que nos quedamos con la Tormenta que nos perturbó en los años 70.
Escúchenla, cortesía de Sanamed dúo:

21 diciembre 2005

Rincón Morales - Caracas / Orinoco

Rincón Morales.
Caracas y Maracaibo mantienen desde hace mucho tiempo una de esas confrontaciones sordas nacidas del orgullo regional exacerbado. Hay que decir, a manera de consuelo o justificación, que en todos los países de la tierra se da este fenómeno, sobre todo entre sus ciudades más importantes. Además, el que los caraqueños y los maracuchos no se soporten ha servido, entre otras cosas, para que en cada ciudad florezca la autoestima, y no necesariamente el odio mutuo. Sencillamente a los caraqueños les parece que lo suyo es superior a lo marabino, y lo mismo de este lado para el otro. Ochocientos kilómetros separan a ambas ciudades, así que el temor de que se produzca un percance fronterizo está más que superado.
Pero suceden cosas. A prácticamente todas las ciudades del mundo se les ha compuesto y cantado canciones, algunas más afortunadas que otras. En lo que respecta a Caracas, el maestro Billo Frómeta invirtió buena parte de su energía, su talento y su pasión en regalarle un puñado de líricas, alguna de las cuales alcanzó la inmortalidad. A pesar de ello, y con el debido respeto a su memoria, es justo mencionar una bonita paradoja: la canción más apasionada, más hermosa, más épica y más sonora de cuantas se le han compuesto a la capital de venezuela es obra de un conjunto de gaitas de Maracaibo, esa institución primero familiar y luego nacional llamada Rincón Morales. Caracas es, dicho rápido y sin inútiles timideces, una obra maestra, una de esas canciones que le instalan a cualquiera el clásico nudo en la garganta. Si usted es venezolano y está fuera del país, escúchela ahora y llénese de esa sensación extraña al final de la cual sale airosa la querencia del suelo patrio.
Este servidor no ha podido precisar a cuál de los Morales o los Rincón pertenece el potente chorro de voz que musita, resbala y después retumba:

Y en cada noche sin igual
la luna se pone a coquetear:
La gran Caracas heroica y poderosa...

De las biografías disponibles se deduce que ese vocalista es Francisco Morales; les pido a los gaiteros o melómanos enterados que me confirmen o corrijan el dato en el espacio de los comentarios, para ponerlo aquí. En todo caso, es el mismo cantante que se luce con ese otro poema monumental llamado Orinoco.
Va, pues, para los venezolanos que están afuera y a quienes les cuesta conseguir una gaitica en estos días:
Caracas


Orinoco

13 diciembre 2005

Tito Puente - Trátame Como Soy

Tito Puente.
Esta es otra de las que ponen a bailar a un sofá. La compuso y estrenó Benny Moré en 1957; era una bicha suavecita pero cadenciosa que, según dicen, enloqueció a todo el mundo, como todo lo que salía de la boca y del genio del Benny.
Veintidós años más tarde el abusador de Tito Puente cogió esta pieza, le imprimió un poco más de velocidad, le agregó unos locos metales que pulverizaron la difícil frontera entre el mambo y la salsa. La condimentó además con unas improvisaciones de leyenda: ahí están Adalberto Santiago, Ismael Miranda, Héctor Lavoe y al final Celia Cruz. Fíjense, sobre todo, en el turno de Héctor, que comienza a los 2 minutos 31 segundos, y en el grito jíbaro que suelta al comenzar el mambo, a los 2:58. Incluso en la desértica Carora, donde la influencia Caribe no llegaba tan fácil en ese entonces (1979) esa clase de expresiones nos servían a los anti-rockeros y a los anti-disco music para decirles a los amantes de la música anglosajona que lo suyo era música para maricos, que la verdad del sonido estaba aquí, en estas piezas rotundas de pailas, cueros y resonancias latinas.
El disco trae otras 12 canciones, se llama Homenaje a Benny Moré, y que me perdone la memoria inmortal del Bárbaro del Ritmo, pero en esa pieza el Tito y sus cómplices lo superan.

12 diciembre 2005

Cardenales del Éxito - Lolé Lolaila

Cardenales del Éxito.
Estamos en diciembre y este blog se me está yendo por senderos difíciles: acabo de poner a Leo Dan y ya empecé a ver lánguido el sol de Puerto La Cruz. A dejarse de eso: hay que alegrarse el alma, compañeros.
Les anuncié hace días que iba a meter varias gaitas sabrosonas para entrar en sintonía con la época. Va entonces otra de Cardenales del Éxito, que es una mezcla de varias de sus muchas creaciones para la historia. Se llama Lolé Lolaila, toda una referencia para los venezolanos, incluso para aquellos que detestan la gaita. La invitación es, entonces, a los naturales y habitantes de otros países, para que escuchen la forma venezolana de vacilarse las navidades.
Suena:

Lolé Lolaila:

Leo Dan - Esa Pared / Te he Prometido

Leo Dan.
Las canciones de este argentino no son precisamente de las más sombrías que ha producido su tierra, pero todas tienen un toque evocativo que lo traslada a uno, irremediablemente, a momentos en los que había que lidiar con cosas lamentables. ¿Será exactamente así para todo el mundo o solamente para los cuatro o cinco panas a quienes les he consultado al respecto? Ya alguien visitó este blog y dejó un comentario que me parece muy interesante: al amigo le llegan buenos recuerdos cuando escucha a Los Ángeles Negros. Diría un maracucho: ¡vergación!
¿Será posible? Lo es: parece que las canciones no son tristes ni alegres en sí mismas, sino que dependen del momento en que nos asaltaron sus acordes cuando estaban, digamos, de moda. Así que Leo Dan (nombre real: Leopoldo Dante) hacía sus buenos esfuerzos por alegrar el ambiente, pero, en lo personal, me es inevitable que el tono que asocio con su nombre y con su música tenga mucho de:

Esa pared
que no me deja verte...

Aquí tengo, precisamente, Esa Pared y Te he Prometido, dos atentados en forma de recordaciones de los tempranos años 70.

Aquí van:


08 diciembre 2005

Vytas Brenner - San Agustín / Canchunchú Florido

Vytas Brenner.
Algún día tendré que hacer el recuento de mis acontecimientos inexplicables. Cuando esté listo para emprender la tarea, seguramente lo primero que reseñaré será el vago horror, la sensación de rara inquietud que me producían en mi niñez ciertas piezas instrumentales. Totalmente en serio: sonaban los primeros acordes y yo me crispaba.
Una de ellas, recuerdo, servía de fondo musical a una propaganda institucional, no recuerdo si de algún ministerio, el Inciba u otro ente incomprensible para mi escasa visión del mundo. La otra acompañaba la presentación y la despedida de un programa de opinión que transmitía Radio Carora a mediodía; el programa se llamaba Paradigmas. Muchos años tardé en sobreponerme a ese absurdo terror, y en comprender que ciertos paradigmas, aunque sirven para controlar y eventualmente doblegar la voluntad libertaria de los seres humanos, están allí precisamente para que los desafiemos y los derribemos. En eso andamos, por cierto, aquí en mi país.
Muchos años también tardé en saber que esas composiciones no provenían de una dimensión suprahumana, sino que eran obra del genio de un señor nacido en Alemania e instalado en Venezuela desde niño. Aquí se enamoró de la música venezolana y decidió mezclar sus instrumentos tradicionales con teclados de última generación para la época (años 60 y 70), arrojando como producto unas joyas sinfónicas que desconcertaban a los críticos y perturbaban a ciertos muchachos caroreños.
Una de aquellas piezas, la de Paradigmas, se llama San Agustín y, para que no queden dudas de que es un homenaje a la barriada caraqueña más afrocaribe y más musical, allí participa Mandingo (fundador del grupo Madera y sobreviviente de la tragedia del río Orinoco) en la percusión. La otra se titula Canchunchú Florido, y es una pequeña explosión de notas en la que participan unos cuantos grillos, ranas plataneras y otros sonidos nocturnos.
El músico que logró estas maravillas se llamaba Vytas Brenner y murió hace poco menos de dos años. Ya sus canciones no me producen miedo sino ternura.

Escúchenlas, de ser posible con buenas cornetas o con audífonos, para que no se pierdan de sus mínimos y asombrosos detalles:

San Agustín:


Canchunchú Florido:

07 diciembre 2005

Noel Petro - La Reina de Las Cruces / Yo voy hacia ti

Noel Petro.
Este caballero, apodado El Burro Mocho, es uno de los cantantes más queridos en Colombia y sus alrededores (posiblemente más en los alrededores que en Colombia). Noel Petro nos enganchó durísimo en los años 70 con algunas de sus composiciones y también con versiones de piezas famosas; entre estas últimas lo consiguió con La Araña, y lo hizo con tanto acierto que todavía hoy uno consigue gente que cree que esa canción es original de Noel Petro.
Entre las muchas que interpretó destacan algunas que se han convertido en patrimonio artístico de América Latina. Sin profundizar mucho, ahí tenemos Yo Voy Hacia Ti, cuyo título tal vez a usted no le sugiera o recuerde ninguna canción que le suene conocida, pero sí lo que dice el estribillo:

Espérame entre palmeras
como la primera vez...

La hazaña cotidiana, el aporte incomparable de Petro consistía (o consiste, pues todavía canta, según he leído por allí) en que cantaba cada canción, por muy pedestre, arrabalera o estrambótica que fuera su letra, con el mismo feeling, el mismo sentimiento, la misma dulzura con que pudiera recitar a Vallejo. Estoy convencido de que a muchos que no hablan ni entienden el castellano, al escuchar a este cantante, les sucede a lo mismo que a quienes no entendemos mayor cosa el inglés y escuchamos a cualquier Phill Collins: nos conmueve y puede hasta ponernos melancólicos, pero en realidad no sabemos que el tipo está cantándole, ni más ni menos, a la insólita advocación de una cuadrúpeda innoble:

Yo tengo una burra
muy adinerada
a la calle no la saco:
ya está muy apecuecada, ¡hombe!
Revoliá revoliá revoliático...


Acá reproducimos La Reina de Las Cruces (dedicada a su ex mujer, Claudia de Colombia, quien le rompió el corazón después que se hizo famosa) y Yo Voy Hacia Ti. En esta última deténgase a escuchar varias veces el solo de requinto, que comienza transcurrido un minuto 57 segundos de la pieza. Degústelo, vacílese ese tumbao y esa pasión, y convénzase de una buena vez: al lado del Noel Petro, Eric Clapton es un pobre aprendiz de guitarra.

Suena:



06 diciembre 2005

Los Terrícolas - Carta de Néstor / Dos Cosas

Los Terrícolas.
La respuesta venezolana a Los Ángeles Negros estaba integrada por cinco muchachos muy jóvenes. Su director y vocalista es un Néstor Daniel que tenía apenas 15 años para el momento de la fundación del grupo, y cuya voz resultaba de lo más apropiada para esos desgarramientos en forma de canciones que echó a correr por toda América: Vivirás, Te Juro Que Te Amo, Dos Cosas, La Carta, muchas otras.
Uno de los detalles curiosos de la agrupación (que es en sí misma toda una curiosidad) es la voz de Lennys Beatriz Hoyer, una mujer que seguramente hubiera exhibido alguna calidad vocal si le hubieran dejado hacer algo más que condimentar y/o interrumpir los solos de Néstor con unos alaridos desoladores. En Carta de Néstor logra que le encomienden una misión distinta: en los primeros segundos de la pieza se encuentra un sobre y dice: "¡Oh!, carta de Néstor, ¿qué me dirá?", y su sorpresa suena tan auténtica y verosímil como un billete de a 15. Hay que decir, en descargo de su pobre demostración histriónica, que Néstor es su hermano en la vida real.
Acto seguido, comienza a leer la presunta carta enviada por Néstor, quien, aterrorizado por la forma en que Lennys está leyendo, no la deja de terminar sino que lo hace él mismo. Después de esto, a la chica no le queda más remedio que regresar a su repertorio de gritos furibundos mientras recibe unas extrañas recomendaciones acerca del hijo que, probablemente, el mala entraña del Néstor le zampó en el vientre durante su encuentro de anoche, antes de huir despavorido:

Que nunca pruebe licor
que nunca sufra una pena
y que nunca se enamore
de las mujeres ajenas...


De mi zambullida en el túnel del tiempo que son las colecciones propias y de varios panas rescaté esta pieza, y también Dos Cosas, otra rocolera durísima del repertorio, con diálogo infame incluido.

Ahí van las dos:


03 diciembre 2005

Lilia Vera - La Culebra / Entreverao

Lilia Vera.
Una de nuestras cantantes más versátiles y de voz más evocativa nos partió el alma con un largo repertorio de merengues caraqueños, tonadas, joropos, polos margariteños y, en general, todo cuanto ha parido Venezuela en materia musical.
Aquí abajo les suelto dos que nos remueven viejas y emocionantes gavetas del corazón: La Culebra, un sabroso merengue venezolano con el que seguro todos nos tropezamos alguna vez en la vida, y que probablemente usted no escuchaba desde hacía dos o tres décadas. El otro es Entreverao, un impresionante golpe de bandola que se pasea por varios ritmos fundamentales del joropo (pajarillo, seis por derecho, gabán) y que en la voz de Lilia nos recuerda la clase de temperamento que nos impregna desde lo profundo del llano.
Va:

La Culebra:


Entreverao:

01 diciembre 2005

Cardenales del Éxito - Entre Palos y Alegría

Cardenales del Éxito.
Para los hermanos no venezolanos que no se saben el cuento: la gaita es el género musical emblemático de las navidades venzolanas. Al menos de la Venezuela de hace 40 años para acá; antes diciembre llegaba acompañado de un cuento llamado villancicos y aguinaldos, pero en algún momento el pueblo maracaibero impuso su enorme energía, su sólido orgullo regional, y contagió a toda esta patria a punta de gaitas, un ritmo que (por si no lo conoce) es de los que se quedan pegados en el oído y en todo el cuerpo.
A lo largo de este mes pondremos aquí más de una gaitica inmortal; me viene un aguacero de Orinoco, Caracas, El negrito fullero, Morrocoy y otras. Pero esta bicha contundente de título Entre Palos y Alegría, con la que hemos decidido recibir diciembre, es de Cardenales del Éxito y creación de Astolfo Romero.
Vio esta gaita la luz en 1989, año turbulento para los venezolanos, y contiene una hermosa paradoja: mientras las calles de mi país hervían de violencia porque anunciaban la muerte de una época y anunciaban el nacimiento de otra, estos maracuchos (gente de natural recio y deslenguado) nos regalaron una pieza atípica, por su serenidad y su ternura, como anuncia el diálogo de la introducción: es "sabrosa, sandunguerita, de esas que gaitas que le paran a uno los pelos, chico...".

Suenan así los Cardenales, y así la voz de Daniel Méndez: