29 noviembre 2005

Demis Roussos - Forever and Ever

Demis Roussos.
Cuando posaba para la carátula de sus discos la cara de Demis Roussos destilaba un sufrimiento del carajo. Lo mismo pasaba con su voz, con las letras que lo ponían a cantar, con la atmósfera misma en que se convertía la calina de mi querido desierto natal cuando ese caballero, cuyo semblante era un asunto a medio camino entre Jesucristo, Roberto Mano'e Piedra Durán y los vaqueros de los western italianos, se soltaba a modular esos quejidos lastimeros. He visto fotos suyas en las que aparece sonriente. Pero no puede engañarme: la vocación de ese hombre consistió, al menos en aquellos 70, en sufrir y transmitir sufrimiento.
Jamás he sabido ni querido saber qué decían aquellas letras, qué depresiones del carajo podían ser capaces de fomentar semejantes flebilidades. Yo me conformaba con escuchar de vez en cuando las versiones que le arreglaban al venezolano Ruddy Márquez. En una de ellas, la de Forever and Ever, una estrofa terminaba así:
...quizá cuando regreses junto a mí...

Lo cual me hace concluir que esa letra en castellano no concuerda para nada con la que cantaba el Demis: las palabras de Ruddy revelan una vaga esperanza. Yo estoy convencido de que esa cosa que lacera, tritura y aplasta a Demis Roussos es enorme, espantosa, no tiene solución, es una maldita tragedia irreparable; no en balde nació griego el voluminoso cantante.
El pana Oscar Palacios asegura que si llega a escuchar esta pieza en un momento de estrés simple (digamos, durante una cola en la autopista) es capaz de pegarse un tiro. Yo no puedo invitarlo a usted a que haga eso, pero sí a que sufra un poco con ese placer malvado que guardan algunas memorias lejanas. Ponga atención, sobre todo, a partir de los 3 minutos 9 segundos, cuando, tras el último lamento del cantante, un coro de ángeles o mujeres fallecidas modulan un aria que prefigura candor, soledad, ternura, catacumba o adiós. Se trata de las mismas deidades que cantan al principio y en el medio de la canción, pero al final resultan demoledoras, no sé exactamente por qué; quizá porque las voces se van apagando hasta que desaparecen.
Guarde entonces las armas de fuego y las navajas, póngase lejos de la ventana, asegúrese de que el Metro está cerrado, recuerde que diciembre puede ser un mes hermoso y escuche al excelso Demis Roussos:


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de mis favoritos..
Nos vemos en cuandocalientaelsol para hablar más al respecto..
Me gusta..
"cuando era un niño y mi voz, compañéro del sol y los pajaros de abril... me dejaba llevar por el simple placer de vivir... pero mi niñez se marchó no se como ni porque... y mi mundo ideal se cayó bajo mis pies...

JRD dijo...

Allá nos vemos. Tremenda página y hermoso proyecto, ese de ustedes.

Anónimo dijo...

ol. amigo. excepcional. amazing. tudo coisa boa. .(cosa buena), musica. de teu migo brasileno. rabelo . souzarabelo10@hotmail.com. um abraço.

Héctor Ramírez dijo...

Esteeee... Lamento comentarte que de la canción, nada. Ni tan siquiera una equis roja en un rectangulito blanco... Nanay. De resto, genial, Duque. Ojalá le dedicaras algunos nanosegundos extras al blog, este blog, que está de lo mejor. Pero bueno, ¿qué se le va a hacer...?. Felicidades.