
Definitivamente,
Palito Ortega es una rata. Hace varias semanas
subí y comenté aquí su célebre canción, titulada Prometimos no llorar. Para él fue fácil cumplir esa promesa. Horrendo es suponer en qué estado quedó el sistema nervioso de la pobre mujer a quien estaba despachando en mitad de un café, obligándola bajo amenaza a reprimir su llanto, y a no decirle que lo quería. Horroroso. Inhumano. Ingominioso. Brutal. Casi Bush.
En cambio, unos pocos años antes la noble Italia nos envió a un caballero formidable, que además de buena voz y un estilo demoledor tenía buenos sentimientos. Aparte de aquella que lo catapultó a la fama (un bodrio inchupable llamado
Volare) la canción de Domenico Modugno que más caló entre nosotros es
La Distancia es Como el Viento. Es virtualmente imposible que usted no la recuerde.
La pieza comienza con la misma estructura que aquella del
Palito (de allí que la haya traído por los pelos): anunciándole a una dama que es preciso separarse. Sólo que mientras el argentino se dedica largamente a lacerar a su enamorada,
Domenico hace un ejercicio de alta filosofía acerca de la distancia, las candelas pequeñas y los grandes incendios de la vida. Aunque quedan sus sospechas: el hombre se asusta al escuchar una sirena policial y allí comienza a decirle a su hembra que ese sonido le deja feas sensaciones. Como decía
Alí Primera:
El que ha sido marinero cuando ve la mar suspira. O la copla llanera:
El que lo picó macagua, bejuco le para el pelo. Nadie se ha detenido a indagar en los antecedentes policiales del
Modugno, pero hay que decirlo: ese hombre quería a su novia.
Pudiera decirse que toda esa perorata tenía por objeto hacerle más fácil la separación a la tipa y luego dejarla definitivamente, pero los gritos desgarradores (
¡Chao! ¡Te amo!) que el cantante le suelta a la mujer en los últimos 30 segundos de la canción no dejan lugar a dudas. El tipo la quiere. Es convincente. Es un monumento a la pasión. Y créanlo: este intento de relajar la historia y de buscarle el flanco risible quizá tenga que ver con que, mientras la escucho, me baja cierto animal en la garganta. En serio. Sobre todo en esos segundos finales, la canción duele.
Como regalo extra a los usuarios de este blog, les pongo aquí una de
Roberto Carlos que también habla de distancia y que también puede llegar a tener propiedades lacrimógenas.
En la gráfica, Domenico Modugno en el Festival de San Remo (1958), evento y cantante que marcan un hito: el nacimiento de la balada como género de masas.
La distancia es como el viento:
La distancia (Roberto Carlos):