31 mayo 2006

Hammond, Katunga y Arelys

Hay cosas que no me gustan del todo o no me gustan nada en lo absoluto, y sin embargo las hago, generalmente por obligación, por la fuerza de los hechos. Por ejemplo, eso de dejar este blog tantos días sin actualizar (sin alimentar, suena más dramático). O también sentarme a escuchar ciertas canciones muy cursis o muy aburridas que aumentaban mi desazón cuando niño (y a ustedes también, estoy seguro). Por ejemplo, las que incluyo acá abajo para tratar de exorcizar los demonios del primer ejemplo:


  • Échenme a mí la culpa (Albert Hammond)
  • Mira para arriba (Katunga)
  • Te voy a enseñar a querer (Arelys)


De la primera me molesta el apendejeamiento que destila el cantante (la evidencia la tienen allí, en la foto de arriba), pero le reconozco el mérito de haber esculpido en nuestros adentros el insípido estribillo: Que allá en el otro mundo / en vez de infierno encuentres gloria / y que una nube de tu memoria me borre a mí. Petición fallida, pues no se borró de la nuestra.
De la segunda me acatarra los cojones el sonido chillón del teclado acústico con que el grupo se propone atormentarnos (con incuestionable éxito) y de la tercera me molesta todo.
Pero escúchenlas, por favor. Lo más probable es que a la mayoría de ustedes les gusten o al menos los hagan recordar, que es la secreta intención de este blog.


Échenme a mí la culpa:

Mira para arriba:


Te voy a enseñar a querer:

19 mayo 2006

Ricardo Cocciante - Bella sin Alma

Es horrendo el trance de decirle unas palabras de despedida a la pareja con quien uno acaba de romper. Quien ha pasado por eso debe saber que, cuando tal momento llega, es imposible mantener el aplomo, a menos que uno sea un cínico de mierda como Palito Ortega (a quien vimos en acción en este blog despachando a su novia y además obligándola a no llorar, a no decirle más que lo quería y a tomarse rápido el café). El cantante italiano Ricardo Cocciante se vio una vez en esa situación. La historia de la balada nos ha legado un registro del comportamiento de ese señor, en una canción que se titula Bella sin Alma.
El amigo comienza bien el encuentro, al punto de iniciar el parlamento con un dejo de amabilidad:

Y ahora siéntate
allí de frente a mí,
escúchame muy bien
y sin interrumpir.
Hace ya tiempo que
quería decírtelo:
tratar de convivir
inutil resultó...

Hasta ese momento, y durante varios segundos más, el hombre luce muy discreto, caballeroso, casi profesional. Estoy seguro de que nadie jamás ha contabilizado, cronómetro en mano, cuánto le dura a Cocciante la entereza. Humildemente, quiero informarles que yo sí lo hice: tarda un minuto 53 segundos en descomponerse. Justo cuando le dice a la mujer: Que pase el próximo / le dejo mi lugar, al tipo le entra un enfogonamiento brutísimo y entonces comienza a alterársele la voz:

Pobre del que vendrá
qué pena me da
cuando en el cuarto él
te pida siempre más
nada te costará...

Es fácil imaginarse a aquella mujer petrificada, mientras el italiano se la descarga bello, y al final, cuando ya se ha desahogado con insultos más o menos fuertes, entonces en lugar de meterle el patadón por el trasero que todos temíamos le suelta la orden terminante, que con el tiempo se convirtió en el único pasaje de la canción que a nadie se le olvida desde los años 70: Ahora desnúdate / sabes hacerlo bien...
Muy infame.

Hora de escucharla otra vez:

Bella Sin Alma:

18 mayo 2006

Gualberto Ibarreto - La Bikina

La Bikina es, de las que integran el repertorio latinoamericano, una de las canciones que destilan más nostalgia. Vaya poder evocativo el que tiene esta joya, hermanos.
En mi infancia y buena parte de mi juventud, ignorante (más que ahora) de los entresijos de la música y sus hacedores, gustaba de ufanarme secretamente con el hecho de que esa pieza fuera venezolana. Fue una sorpresa enterarme de que la original es mexicana (Rubén Fuentes, su autor), y que con mariachis suena también sabroso. Sin embargo, me van a perdonar los compas mexicanos, pero la versión que sigue dándome en la madre es la de Gualberto Ibarreto, en ritmo de pasaje margariteño y con cuatro y mandolina.
Probablemente mucha gente fuera de Venezuela no la conozca, ni conozca a este excelso cantante, de quien colocaré luego otras interpretaciones. Sirva entonces la ocasión para que los conozcan a ambos (a la versión y al intérprete):

Gualberto Ibarreto - La Bikina:

17 mayo 2006

Corregido: Love's Theme

La pieza cuasi-sinfónica de Barry White que anuncié en el post anterior no sonaba al pulsar play. Ya está corregido el desperfecto.
Mis excusas a todos.

16 mayo 2006

Barry White & Love Unlimited Orchestra - Love's Theme

La sola mención de Carlos Santana hace dos o tres días removió cosas de esas que vienen en estuche instrumental, es decir, sin palabras. Es casi seguro que en breve ustedes vendrán a solicitar otras canciones en las que resuena la voz bufalina de Barry White, pero de momento, aplicado a las malas artes del egoísmo (como suele sucederme al escoger las piezas de esta selección personal) sólo quiero registrar de ese caballero aquel instrumental que me perturbaba sin saber exactamente por qué.
La titularon, sin escatimar ni un miligramo de cursilería y yendo directo al grano, Tema de Amor (Love's Theme), y es una sinfonía facilona, apta para que los pobres ignorantes como yo les digamos a los panas ligeramente más ignorantes: "Hermano, esto es música clásica. Oye qué arrecho suena".
Y arrecho suena, de verdad. Pero clásico, lo que se llama clásico, honestamente creo que...

A ver:


14 mayo 2006

Cherry Navarro - Aleluya

Si a algún cantante nacido en Venezuela puede decirse que le llegó la gloria temprano (ligeramente más temprano que la muerte), ese fue Cherry Navarro (Alexis Enrique Navarro).
El recuento de su vertiginoso ascenso a la fama puede resumirse más o menos así: llegó a Caracas procedente de Caripito, en el oriente del país, un día le dio por cantar frente a todo el que quisiera escucharlo y ya no hubo quien se le resistiera. A los 21 años de edad ya había grabado gaitas, probado fortuna con la orquesta Los Melódicos, a la postre una de las más populares de Venezuela; se hizo amigo inseparable de un cachorro de puma llamado José Luis Rodríguez, destrozó con la mansalva de su sonrisa humilde e irresistible cuanto portón se interponía entre él y el llegadero del estrellato, y en 1966 las chicas de Venezuela tenían ante sí un terrible dilema por dilucidar: enamorarse de Felipe Pirela o desvanecerse por Cherry Navarro. Parece que éste le sacó algo de ventaja; la prensa farandulera se dio banquete divulgando la noticia de su romance con una tal María de Las Casas, Miss Venezuela 1965 y una de las mujeres criollas más apetecibles de esos años.
En 1967 apareció en el Show de Renny, allí donde sólo llegaban los ungidos, los consagrados de la música. Era el Olimpo de la televisión, la verdad de la fama y el prestigio. El muchacho no llegaba a 24 años y ya había coronado más éxitos que cualquiera en el doble de tiempo. Y nada que perdía la jovialidad ni la sonrisa franca de todo natural de Caripito.
Promediando ese año grabó una pieza en un género inclasificable, cuya letra pertenece a Luis Eduardo Aute: Aleluya. Todo el mundo la cantaba o tarareaba en las calles, y el grito aleluya nunca fue más oportuno para Caracas que en aquel 29 de julio espantoso, cuando la ciudad quedó desgarrada por un terremoto. Y la gente repetía, convencida de que la voz del Cherry no hacía sino musitar una premonición:

Una lágrima en la mano
un suspiro muy cercano
una historia que termina
una piel que no respira
una nube desgarrada
una sangre derramada:

¡Aleluya!

quince gritos que suplican
una tierra que palpita...

Pocas semanas pasaron antes de que el público adorador comprendiera en su exacta magnitud la cosa pavorosa que quería anunciar la canción: lo que venía oculto en el terrible equipaje de esa canción hermosa no era el temblor planetario que enlutó a Caracas sino la muerte del propio cantante. Como todo en su vida, sucedió rápido, cual relámpago: un día ingresó al hospital Vargas porque estaba indispuesto y tres días más tarde salió un médico de mierda a explicarle a un país estupefacto que a Cherry Navarro lo había fulminado una dolencia llamada aplasia medular.

No se diga más:

Aleluya - Cherry Navarro:

Carlos Santana - Samba Pa' Ti

¿Emociones fuertes sin necesidad de palabras?
Quienes estábamos vivos y más o menos atentos a la radio en los tempranos 70 aprendimos mucho de esto de tanto escuchar la pieza fundamental de Carlos Santana, Samba Pa' Ti. Para este chicano universal el acierto fue tan completo e indiscutible que todavía hoy, treinta y tantos años después, usted le coloca esta canción a cualquier persona de esa generación, incluso a aquella que odiaba a muerte a los marihuaneros y a los jipis (inevitable acordarme de mi vieja y su greñudofobia), y es capaz de conmoverse o al menos de ponerse triste. Porque este instrumental da duro en la glándula del ánimo. Muy duro, hermanos.
En esta versión, por lo demás, si usted se fija bien, pueden escucharse al final unos cuantos acordes de esos que en las emisoras o en las regrabaciones uno nunca llegó a oír en su momento de esplendor. Busque allí esos cuatro segundos extras del inmortal solo de guitarra; como ejercicio vale la pena. Y también para odiar profundamente a los sujetos que nos los escamotearon en la niñez y todavía a estas alturas del sonido digital.

10 mayo 2006

Torneró - I Santo California // Hoy Daría yo la Vida - Martinha

Aunque en lugar de estancarse en la tristeza uno anda por ahí celebrando la felicidad, de vez en cuando me gusta meterle algo de lágrima y barranco a esta página, nomás para hacerlos sufrir. Hoy mismo, por ejemplo, quise tirarles una emboscada depresiva y lacerarlos a punta de Tornero (Torneró, se pronuncia en la lengua de uno), la inolvidable de un grupo italiano llamado I Santo California. ¿Cómo no recordarla, si en mi caso particular debí padecer un Día de las Madres en Carora escuchando a unos coñitos de cuarto grado versionándola en caroreño con la misma música? La cosa decía:

Madre,
madrecita mía,
te ofrezco en este día
mi canción
para ti
con amor...

Abominable, sobre todo con ese solazo de la una de la tarde.
Pero no, hoy no pude salirme con la mía. Porque un usuario de este blog, de nombre José Luis Artigas, consiguió pegar primero con otra de las duras en esto de la atrocidad y el llantén. Adivinen qué: el citado amigo me envió vía e-mail esa otra cabilla titulada Hoy Daría yo la Vida, de la brasilera Martinha, (en la foto) y amenaza con enviarme otras.

Aquí van las dos. Disfrútelas o padézcalas, y comente abajo qué efectos le dejó cada una en su destrozado ánimo (alguien que visite a menudo este blog es porque está muy feliz o muy atormentado, ustedes saben).

09 mayo 2006

Moby Dick - Sin una Ilusión

Hubiera sido imperdonable no incluir esta joya, de cuyos intérpretes no sé otra cosa sino que se hacían llamar Moby Dick, y que coronaron este éxito en todos los países de habla hispana, incluyendo a España (supe hace poco que allá hablan este idioma también).
A quien tenga más datos de este cetáceo musical, le agradeceré mucho dejarlos aquí abajo, en el espacio destinado a los comentarios.

Formidable clásico, la verdad. Dice y suena así:

06 mayo 2006

Complaciendo peticiones (II)

Una amiga que se identifica como Melanie envía este comentario a un escrito anterior sobre Tania:

Hola JR. No sé si leerás éste comentario pues el post es de febrero pero
tengo una pregunta, ¿Tania tiene una canción llamada "Ola de la mar" o algo
parecido? Es que mi mamá limpiaba la casa con el picó a toda mecha y yo tenía
como cuatro años (hace 16)y una de las canciones que recuerdo es esa, pero no
esty segura si será de Tania aunque su voz me parece muy similar. Casi no
recuerdo nada de mis cuatro años, pero recuerdo el coro de esa canción. Es
increíble. Gracias por este blog.


Gracias a ti, corazón, por ese ejercicio bonito de memoria y de afecto por tus recuerdos más antiguos. Sí, es Tania aquella cantante que las arrulló a ti y a tu mamá; aquí abajo te coloco la canción.
Otros panas (más de uno) me han reclamado el que haya tardado tanto en poner aquí a Henry Stephen. Todos, sin excepción, dicen que este blog estaría incompleto si no incluyo su canción más conocida, Limón Limonero (Mi limón, mi limonero / entero me gusta más...). Espero comentarios al respecto, pero yo, en lo personal, respeto demasiado a ese caballero como para estar recordándolo mediante ese bodrio insoportable. Prefiero poner aquí una canción en la que sí demuestra su tremenda potencia vocal y su capacidad para frasear a lo antillano: se titula Un Vaso de Vino, y no me vengan con que no les gusta esa. Es imposible haya alguien a quien no le guste esa pieza, así de sencillo.

Olas de la Mar (Tania):


Un Vaso de Vino (Henry Stephen):